Reflexiones de un Profesor de Maestría (24)

Recientemente leí un libro que tanto me trajo recuerdos, como la confirmación de algunas otras cosas. Quizás la palabra no sea «confirmación», después de todo, «reforzamiento», «validación», «acuerdo» o «complicidad» pudieran ser algunas otras palabras a usar. Al final no las encontré un ciento por ciento adecuadas y me incliné por la usada.

El libro en cuestión es el de «Surfear El Espacio-Tiempo» («surfear«… aunque todos conocemos y entendemos esta palabra, suena extraña; una adaptación de un vocablo sajón, ciertamente, pero para el cual hay equivalencias propias del y en español), un libro en el que se relatan la vivencias de Miguel Alcubierre como estudiante doctoral y sus posteriores experiencias post doctorales.

Al margen de lo importante que quiero señalar de esta obra, hay un pasaje en el que el Dr. Alcubierre relata como comenzó la idea al ver la serie de televisión Star Trek (que vio doblada y el que ahora odia los programas doblados, algo con lo que no puedo estar más de acuerdo), donde también narra su dificultad para ver Star Trek: The New Generation cuando salió al aire y, en general, de su afinidad por esta franquicia. Experiencias y afinidades con las que me siento muy identificado.

Lo verdaderamente importante y que vale mucho la pena recalcar, es lo que Miguel relata sobre las condiciones de trabajo y salariales de un investigador en México. Para quienes no tienen a alguien que se los pueda hacer saber por adelantado y de primera mano es algo que vale la pena conocer. Lamentablemente, el llegar a saber de esto algo muy decepcionante para quienes eligen este camino en la vida, un camino que requiere mucha preparación y algo que pocos pueden hacer:. aprender, estudiar e innovar. Ya cuando uno adquiere cierta «productividad » (publicaciones y trabajos) y se tiene un puesto en la enseñanza o investigación, percibiendo un salario de forma regular, los beneficios de una cierta antigüedad laboral y los «estímulos» que se reciben por parte de la universidad, instituto u organismo gubernamental (como es el CONACyT y sus becas, entre ellas la del Sistema Nacional de Investigadores, SNI), uno ya se ha acostumbrado a una vida espartana. Aún así, cuando uno debe jubilarse y pierde todos estos «estímulos» y un porcentaje del salario es algo que no es sólo traumático sino injusto.

Desafortunadamente, pocos se dan cuenta que todos esos «estímulos y becas» si bien no son motivo para ser gravados tampoco suman para hablar de pensiones o finiquitos. Todos esos «estímulos» y becas no son mas que esa ilusión que a muchos jóvenes ciega como un primer empleo y salario, embelesados por recibir una paga por algo que aman hacer. Creo que es algo mucho muy similar a cuando, con ninguna o pocas responsabilidades económicas, muchos jóvenes deciden dejar el estudio por percibir un salario de un trabajo o por un aumento y promoción que sorpresivamente les han ofrecido, a cambio de dar más de ellos en el empleo. En muchos casos un salario mínimo parece suficiente para cualquier futuro que ellos ven, sin darse cuenta que son quienes menos capacidades tienen de pronóstico. Claro, quienes tiene la necesidad de trabajar y por ello dejar los estudios es algo a parte y diferente y no considerado aquí.

Yo recuerdo saber que ante una queja del gremio magisterial alemán por los bajos salarios (o una situación así), la entonces canciller Ángela Merkel, al buscar solucionar el problema se topó con cierta protesta por parte de los profesionales ya egresados y establecidos (médicos, arquitectos, ingenieros y demás que ejercían una actividad profesional fuera de la academia) por la comparación salarial y buscaban también cierta renivelación, a lo que ella les contestó: ¿Cómo nivelo a ustedes con las personas que los formaron  y educaron? Lo cierto es que en México, pese a todo el cariño y amor que se pregona el 15 de Mayo, la docencia es una de las actividades más ingratas desde el punto de vista salarial. Bajos salarios, pocas oportunidades de promoción o aumento (a no ser que se tomen cargos o actividades administrativas o gremiales) y un escaso reconocimiento (salarial y organizacional) por el esfuerzo y resultado de superación y distinción académica que se logre. Se pide mucho para demostrarlo y cuenta muy poco al hacerlo (alguien alguna vez decía que Dios no podría ingresar al SNI tan sólo mencionando a La Biblia; aunque fuera una obra multicitada es al final sólo una y el CONACyT pide más). Es mucho más fácil promoverse (escalar en posiciones mejor remuneradas) siendo uno personal de administrativo o de apoyo a las actividades docentes que siendo precisamente un profesor, quienes son la razón de existencia de toda universidad y de la necesidad de contar con personal de apoyo. A esto súmese ese delicado y oculto desprecio que las administraciones académicas aplican sobre la planta docente, siempre buscando justificar su existir (de ellos, los administradores) con solicitudes de evidencia de productividad y del quehacer académico, dando prioridad a lo que se ha hecho en un cierto periodo cuando en realidad no es más que el resultado de toda una vida de preparación.

Así, lo que relata Miguel Alcubierre sobre lo que vivió como becario doctoral, cuando regresó a México, cuando comenzó a hacerse de una carrera en el entorno académico no es raro (es decir todos los académicos del sector público lo saben). Adicionalmente, pese a que se sabe que es un problema que impide el desarrollo científico de México, es algo que ha empeorado con la actual administración de López Obrador, quien ve a los científicos como zánganos privilegiados que reciben dinero a cambio de no hacer nada.

Alguna vez, a pesar de haber probado el éxito profesional y bien remunerado en el sector privado, consideré enfocarme a la docencia de tiempo completo, pues no estaba a gusto con lo que hacía en la IP. Así, observaba una vacante publicada sobre el ocupar una posición en una universidad privada. El anuncio indicaba como requisito el tener por lo menos 15 artículos publicado en revistas indexadas. Si consideramos que el tiempo promedio de publicación de un artículo en dichas revistas lleva no menos de seis meses (menos tiempo es hablar de algo muy expedito y poco común), que la preparación del documento lleva al menos un mes (que es muy poco; el promedio es de dos a cuatro meses), y la realización de la investigación que da origen al documento (que es muy variable pero asumamos sea un mes también), veríamos que estamos hablando de 8 a 12 meses. Así que, hablar de 15 artículos publicados (asumiendo que hayan sido aceptados en un primer intento) es hablar de una trayectoria de al menos de 15 años, para competir por una cátedra cuya remuneración es menor que la que se ofrece a recién egresados en empresas de vanguardia, e incluso mucho, mucho menor en comparación con aquellos que cuentan con experiencia o certificaciones en el uso de ciertas metodologías, tecnología o un determinado sector productivo.

Así desistí de esa idea y decidí mantener mi actividad docente como mero hobby, y hacer de la actividad profesional mi principal medio para hacerme de ingresos.

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