Cuando comencé a redactar esta entrada, se hablaba de extender la vacunación a individuos de 18 a 39 años. Desde entonces, ante la presión popular, se extendió a jóvenes de 15 a 18 años pero el gobierno ha sido reacio a aplicarle la vacuna a niños (a diferencia de otros países en los que ya se han hecho campañas de vacunas que prácticamente— si bien no inmunizan —protegen a casi toda su población).
La extensión del rango de edades iniciaba con la conclusión, al menos en la CDMX y para al alcaldía Cuauhtémoc, del proceso de vacunación (segunda dosis con la Pfizer) para los de 50 a 59 años y a nivel nacional (aunque seguramente hay excepciones y rezagados) de 60 en adelante.
Creo que todos, pese a las autorizaciones sanitarias de los países donde se desarrollaron las vacunas (descontando el nuestro, que la verdad no inspira nada de confianza, y quizás el Chino también) estarán conscientes y de acuerdo que este ha sido la mayor prueba de campo en el desarrollo de vacunas. Se desconoce los efectos a largo plazo, complicaciones por otros medicamentos, condiciones de salud, y combinación con otras vacunas.
Al momento de escribir esto, ya ha quedado un poco en el olvido la extraña postura del actual gobierno por evitar que el personal de salud privado fuera vacunado. Sólo algunos médicos del personal de salud público fueron «priorizados» para su aplicación (hay muchos rumores sobre lo que efectivamente se les aplicó). Se dieron muchos escándalos en la falsa o descuidada aplicación de la vacuna y el gobierno ha insistido en monopolizar la estrategia de adquisición y aplicación de las vacunas so pretexto de evitar la corrupción y que se lucre con esto (aunque se han dado muchas denuncias que han procedido al respecto de delitos electorales empleando las vacunas y la vacunación como propaganda política).
Esencialmente la estrategia o idea que se siguió fue el aplicar las vacunas a las poblaciones más vulnerables partiendo de un supuesto esquema de igualdad social, sin priorizar sectores o personas por condición social o profesión. Idea tal vez loable pero carente de utilidad práctica. El sentido común dicta que primero se debe buscar inmunizar a quienes tienen más riesgo de contagiarse o esparcir la enfermedad, que indiscutiblemente son los doctores sin importar que pertenezcan al sector público o privado.
Si consideramos fríamente que las personas mayores de 60 años (muchas ya retiradas) no tienen mayor actividad social ni profesional, así como tampoco son claves para las actividades económicas-productivas, veríamos que la aplicación de este sector de la población bien pudo ser el segundo en buscar ser protegido (no digo inmunizado porque no es lo más apropiado para este caso).
Un punto importante a considerar, si ya vemos que esto no ha sido más que un experimento a escala global, es el que no se preocupó por tomar nota de lotes contra vacunados. De haber alguna reacción, de haber algún efecto en la genética de la población, jamás sabremos qué lote lo provocó.