Querido lector, si usted es uno de esos llamados «AMLOvers» (un fanático e iluso admirador de AMLO) o incluso alguien que sólo está de acuerdo con el actuar de López Obrador y lo considera un buen presidente, deje de leer en este momento. Este artículo no es para Ud., está más haya de sus capacidades cognitivas. Lo siento, es un hecho. Mejor le advierto y le evito pasar corajes y perder su tiempo.
AMLO presumió por mucho tiempo ser diferente a todo aquello que identificaba como corrupto y contrario al bien común. Políticas, privilegios, beneficios, lujos e ideologías que de alguna forma u otra promueven la competencia entre los individuos de una sociedad por escalar en el establishment nacional (e internacional) y que se materializaba en propiedades y elementos materiales que identifican a las clases sociales adineradas y poderosas (con capacidad de imponerse, al fin y al cabo). Esto era una de dos facetas o aspectos que atacaba bajo términos que hacían referencia al conservadurismo y neoliberalismo.
Enarbolando esta bandera, sólo le tomó tiempo ir agregando y agregando adeptos a su causa (pese a las contradicciones que en campaña y en sus gestiones manifestó). Simplemente se hizo (y se hace) de «oídos sordos», «finge demencia» como decimos en México, y deja que el tiempo diluya sus dichos, equivocaciones y contradicciones.
Al final, como el lo intuye, la esperanza es un sentimiento muy poderoso y sembrarla con promesas y buenos deseos (sin importar que no explique o no pueda explicar como los logrará) haría que el electorado se inclinara a considerarlo cuando se presentará un escenario propicio, por el cual sólo tuvo que esperar 18 años (o más). Este escenario propicio se terminó por gestar ante los mediocres resultados de dos gobiernos panistas y el regreso del PRI al poder, en consecuencia, que terminó por agotar la paciencia del electorado y así considerar si verdaderamente podrían obtener un verdadero cambio, como lo pregonaba López Obrador, quien se hacía ver como «diferente» (entiéndase «honesto»).
Esta supuesta «honestidad» era parte de un perfil que él armó sobre su persona y que utiliza para calificar a todos los demás. Para él, la sencillez personal es lo que define esta honestidad y dicha sencillez va de la mano con cierta humildad, pero no humildad en un sentido ético o moral, sino en un sentido económico; de la situación del individuo de no tener un poder adquisitivo sobresaliente y así no poder aspirar a lujos o a algo que le lleve a elevarse sobre su clase social. Para AMLO, estas posiciones económicas y sociales hacen que las gente vea a quienes están en clases sociales inferiores con desprecio y a envidiar lo que otros de mayor riqueza poseen generando una espiral de avaricia en la que el ser humano pasa a segundo término (y en la que lo peor de la conducta human sale a colación). La preparación académica y el desarrollo profesional o empresarial, irremediablemente llevan a este crecimiento (ante sus ojos) y así es parte del problema (que llama «aspiracionista») y que él ataca bajo un discurso «humanista» (que ingenuamente le ha llevado de forma equivocada a tener una política de seguridad tímida o cobarde, imposibilitando a todas las organizaciones de seguridad pública y militar de actuar acorde al nivel de violencia).
Lo cierto es que, si bien él se considera diferente, en realidad no lo es. Simplemente, ante sus ojos (e ideas), lo que él llama «corrupción», «mafia del poder», «prácticas del viejo régimen», «privilegios», los «poderosos», sus «adversarios políticos», los «conservadores», el «aspiracionismo», los «neoliberales» y todo aquello que el denosta, no es lo que la mayoría de nosotros entendemos bajo esos términos. Durante toda su vida política, se hizo de ciertas ideas y a la idea de darles sentido y conformarlas o arreglándolas con cierta coherencia, y sustentándolas de forma forzada pero creíble, terminando por creerlas el mismo. Este espíritu mesiánico que adoptó y le ha caracterizado desde hace mucho tiempo, terminó por activar y enraizarse en la gente que por ingenuidad, buena fe o ignorancia (que bueno, ante la evidencia que muchos señalamos desde hace mucho tiempo, es lo mismo) cree lo que López les predica.
Durante 18 años el electorado, fue consciente y temeroso de lo que López proponía: un cambio que haría perder un status quo que para muchos es lo único que tienen (sin importar que se haya obtenido legal o ilegalmente). Las condiciones económicas de la sociedad mexicana, cada vez más precarias en un mundo cada vez más competitivo, así como el ascenso de un mayor número de personas a la edad electoral que crecieron viendo esas carencias y falta de oportunidad, despertó el fanatismo que todos (como especie) llevamos dentro y que aflora cuando somos ignorantes. Como escribía en la entrada anterior, somos el resultado de los esfuerzos que hacemos por ser alguien en particular, y la influencia de nuestro entorno social y físico, pero también aquello que permitimos. Con esto último no quiero decir completamente que, como si fuera un «efecto mariposa«, hasta la cosa más insignificante de lo que ocurre (o ha ocurrido) en nuestro planeta (o en el universo) nos afecta pero no podemos estar seguros de que no sea así. Para efectos prácticos (y posicionamiento en estas reflexiones) partiré de que somos lo que buscamos ser pero también aquello que permitimos que sea.
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