En alguna ocasión platicaba con un colega en la UPIICSA, ocasión en la que él comentaba sobre el carácter elitista de la educación. En general vemos a la educación como un derecho con el que, tras un proceso de aprendizaje y tiempo, todos podemos aspirar y contender en igualdad de oportunidades por nuestra realización y participación en la comunidad y entorno en el que nos desenvolveremos (profesional o de cualquier otro tipo). Pero, de no poder tener acceso a ella, o al ser relegado por ella (digamos reprobando algún curso o grado), se convierte en un factor de discriminación diferenciando al preparado del no preparado. Yo, personalmente, siempre vi esto como el equivalente social del principio de selección natural darwiniano.
Debemos tener presente que nuestra civilización cuenta con una ascendencia en la que hubo muchos sistemas monárquicos y feudales, en los que una clase privilegiada y sus descendientes, gozaban de lujos, comodidades y riquezas por la simple pertenencia a esta clase por nacimiento o tras una unión comprometida para garantizar o aumentar tales privilegios. Además de explotar económicamente a la clase dominada (sumando abusos y discriminaciones de todo tipo), la clase social dominante se encargaba de preservar tal posición negándole toda posibilidad de organización y preparación.
Con el tiempo esto cambió en muchos lugares (de forma violenta o pacífica a lo largo de la historia). Cuando la clase dominante perdió fuerza y control sobre una población numéricamente superior, en la que una cierta cantidad de conocimiento ya estaba arraigado y que permitió a las clases oprimidas a ver la falsedad de un gobierno basado en una supremacía o divinidad. Los monarcas y plebeyos se empezaron a ver como hombres con las mismas capacidades y derechos. Teorías como la del Gran Hombre se venían abajo, las monarquías caían y la religión se veía como un opio para mantener a la población sosiega.
Los sistemas político económicos socialistas y comunistas surgieron para tratar de consolidar la idea de igualdad entre hombres (aunque difícilmente llegan a ser iguales). Jeder nach seinen Fähigkeiten, jedem nach seinen Bedürfnissen (de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades) terminó siendo más una justificación para el regular la vida individual y homogenizar la conciencia colectiva a los intereses del estado, que sobre la necesidad de evitar las obscenas desigualdades sociales y una morbosa acumulación de riqueza (asociada al poder) en unos cuantos grupos sociales o individuos.
Pero como Marx notaba, los hombres no son iguales, y mientras el mundo se tecnificaba y se volvía más complejo, las capacidades físicas que en algún momento pudieron ser factor clave para imponerse por la fuerza cedieron su lugar a las capacidades intelectuales que permitían dominar la ciencia y tecnología que aumentaba la capacidad física y colectiva de los individuos. Conforme el mundo se tecnificó y el comercio se globalizó, la humanidad fue testigo de la creación de imperios comerciales y la acumulación de riquezas en familias o individuos que ahora llegaban a superar a las de muchas naciones.