Continuo con la exposición de lo que me ha parecido un buen ejemplo de lo que estamos viendo de nuestra política y economía. La entrega previa ha sido para recalcar que si bien el mundo abandonó una política económica aristocrática a favor de sistemas democráticos, no puede esperarse que a cualquiera se le ponga al frente de los organismos que dictan las políticas y reglas de operación.
Quizás en una población rural, donde la actividad económica pudiera girar entorno de las actividades agrícolas o agropecuarias imperantes de la zona, cualquier individuo con la preparación escolar básica (lectura, escritura y aritmética elemental) y con un conocimiento empírico de las actividades de la zona pueda tener las suficientes capacidades intelectuales para que con los mejores deseos para el bienestar de su comunidad (desarrollo de infraestructura pública equitativa, crecimiento económico equitativo) pueda desempeñar un cargo público apropiadamente. Sin embargo, considérese el que estas comunidades rurales se encuentran dentro de regiones de mayor actividad económica, social, política y legal que son reguladas (para precisamente ofrecer de forma cooperativa un desarrollo de infraestructura pública equitativa, crecimiento económico equitativo) y reglas y decisiones deben ser tomadas buscando el mayor beneficio común, aun cuando para algunos no sean justas. Sopesar pros y contras e intereses públicos y particulares ya no puede estar guiado por un «sentir» de lo que es apropiado ni de lo que se crea es «honesto». Existen reglas ya establecidas para ello y organismos que de forma impersonal toman las decisiones con base en marcos legales y conocimiento económico.
Finalmente esas regiones conforman estados (departamentos como los llaman en otras naciones latinoamericanas) y estos naciones. Conforme se escale en la pirámide del aparato estatal y sus instituciones, estar al frente de un organismo o secretaría deja de ser algo mera mente «honesto» (se supone que las reglas y los organismos se han creado para precisamente actuar de esta forma y salvaguardar los derechos de la sociedad y del individuo en un proceder que ya ha sido validado y alineado con la cultura que parte de los principios y herencia nacionales) y pasa a ser algo que requiere capacidad de análisis y decisión ante las muchas particularidades, casos nuevos y el cambiante entorno nacional e internacional. Las habilidades detrás de ello pudieran ser innatas, pero el conocimiento necesario para su adecuada aplicación no. Éste debe ser aprendido y practicado.
Esto es lo que nos lleva a aquello con lo que cerraré esta serie de entradas.