La aparición de los formatos digitales, especialmente para audio y video, el incremento en la capacidad de almacenamiento, herramientas de gestión de archivos, la democratización de los servicios de comunicaciones digitales, laxos esquemas legales y el hartazgo de los consumidores propició que la copia ilegal de material protegido por derechos de autor (inicial o posteriormente digitalizado) aumentase enormemente a principio de siglo.
En el terreno editorial, ya las fotocopiadoras representaban un problema desde hace tiempo. Las cadenas y franquicias de papelerías, tiendas o lugares (especialmente en ciertas bibliotecas) que ofrecían servicio de fotocopiado tuvieron que poner algunas restricciones sobre el copiado de material impreso. Me tocó conocer la sucursal de una franquicia de copiado que ridículamente solicitaba una carta del autor o editorial para sacar cualquier copia de un material impreso que ostentara copyright (y paradójicamente ocurrió cuando necesitaba sacar copias de un artículo del cual era autor; la chica que me atendió me indicó que necesitaba una carta en la que «yo me diera permiso»; afortunadamente en la CDMX siempre habrá una papelería menos escrupulosa).
La llegada de la internet y la digitalización obligó a que se establecieran cosas como los DRM. Como ya mencioné ya en el post previo.
Creo que todos entendemos y consideramos justo el pago por el trabajo invertido por un escritor, músico o cineasta. Desafortunadamente, para llegar a tener lo que éstos producen en tiempo o forma que nos llame la atención, requiere del trabajo de otras personas, muchas de ellas ambiciosos intermediarios que buscar ganar dinero con poco trabajo. El resultado es un enorme incremento en el precio final del producto recibido que no todos están dispuestos o tiene la capacidad económica para ello.
Incluso en países con mejor poder adquisitivo que México se vieron envueltos en un total desprecio por todo aquello que implicaba un enriquecimiento desmedido de creadores e intermediarios, pero más que nada es la necesidad de generar ganancias lo que viene detrás. Estamos viendo que no es la propiedad intelectual y su protección lo que es la tendencia. Se trata más de hacer que el producto salga rápido que llegue al consumidor antes que a la piratería o el hacer que el producto en sí no sea el objeto de comercialización sino un servicio de uso o utilización que implica algo que no pueden «piratearse» tan fácilmente: conocimiento y experiencia.