De doblajes, traducciones y la preservación del lenguaje (5)

Ayer «ardieron» las redes sociales, bueno al menos para mi cuenta en Twitter. Todo inició con un tweet con el que celebré el pronunciamiento ante una ley:

y, pues animado, traté de compartir mi alegría con algunas personas (en realidad, sólo quería molestar, lo confieso… ya sabía que ciertas personas se «pararían de pestañas» por esta iniciativa, pero no pude evitarlo)

pero creo que ya saben mi posición ante los doblajes (tal vez antes tenían mejor calidad, tal vez en la medida en que mejoro mi conocimiento del inglés, y aprendo palabras de otros idiomas— gracias a Netflix y la convivencia con gente de otros países tengo ya algo de conocimiento del ruso, alemán, francés, islandés, chino, japonés, danés, coreano, hebreo … y no, no es que los hable, recalco, palabras principalmente y algunas farses, pero ya hay algo de la entonación, del acento que puedo sumar a esto… ya por lo menos los distingo —) que considero cada vez están peor

Ya sabía a lo que me atenía, y claro,las reacciones no se hicieron esperar. Pero, preparado como estaba y sabiendo a que me atenía pues las cosas se ven sin que uno las tome tan a pecho (de forma «intramuscular» y «transparente», como solemos decir coloquialmente en estos tiempos modernos en la CDMX). Por supuesto el gremio afectado es quien más se ha alborotado (y están en su derecho) y han recurrido al chantaje moral (as expected) señalando la afectación a las familias y trabajadores del doblaje (que son actores, al final, y como tales tienen un mercado laboral no limitado exclusivamente al doblaje. Que dicho mercado se les reducirá, lo dudo. Que estará más competido, sí (y como cualquier otra actividad profesional de nuestra época). Que sea una actividad exageradamente muy bien remunerada, no lo creo.

Puedo, eso sí, decir que no soy el único que celebra el que ya no tendremos que ver a distintos actores compartiendo una misma voz, a personajes franceses con acento de Neza, a actores afroamericanos con acento ibérico, a detectives de Chicago con modismos venezolanos y así. Era de esperarse que me señalaran como argumento de defensa que no era una imposición el doblaje (aunque a este respecto yo creo recordar también algo de una ley que se formuló al respecto para que la población pudiera acceder a esto en su idioma natal, en español) pero a últimas fechas se ha vuelto casi una imposición (además de lo abajo citado, leer esta entrada) ante la que buscamos alternativas  (y que creo reflejan la preferencia de los consumidores y en donde no hay imposiciones y un buen mercado para el doblaje y para que se consuma bajo la premisa de «cada quien con sus preferencias; cada quien con su capacidad»).

Finalmente, dos cosas. La primera es que esto finalmente terminará en que se seguirán ofreciendo películas dobladas y subtituladas, pero creo que ahora en forma más equitativa. ¿Será afectado el gremio del doblaje, más allá de lo que se esperaría fueran los vaivenes de un mercado dinámico que nos obliga a mejorar y ofrecer mejores resultados para los consumidores (que al final, nos expresemos abiertamente en blogstweets, o sólo nos limitemos a consumir silenciosamente lo que preferimos)? No lo creo. La vida sigue, es dura y debemos prepararnos para ello. Esperar a sólo extender la mano para recibir algo sólo nos lleva a la mediocridad. La competencia y exigencias por mejorar es parte de una constante evolución que debemos abrazar. Aquellos flojos o incapaces (por leer subtítulos o aprender otro idioma, para ser específicos en este caso), ni modo, deberán quedarse en su nicho.

Y la segunda cosa, es el que hace tiempo había esperado terminar esta entrada,que inicialmente la comencé con un tuit de hace tiempo

Creo que esa ley debe ser extendida a las cadenas de TV de paga y servicios de streaming. Muchas de ellas fraudulentamente ofrecen «audio original» (sujeto a cambios sin previo aviso) y se escudan ante quejas en lo que las productoras de contenido les envían (que yo creo bien pueden las empresas de doblaje haberse amafiado con éstas para obligar al consumidor a aceptar su contenido). Y ejemplos como el anterior no faltan.

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