De vicios y virtudes (6)

Vivimos una era muy frustrante. Vemos que como especie, naciones, grupos sociales o individuos seguimos cometiendo errores de generaciones pasadas. Pleno siglo XXI y seguimos dejándonos guiar por intuiciones, sentimientos y reacciones más viscerales en lugar de hacer uso de todo ese conocimiento acumulado por siglos o, al menos, del sentido común.

En esta serie de entradas, he comentado de las conductas anómalas y adicciones que la tecnología de los móviles (y servicios o aplicaciones creadas con éstos) han venido a generar. En otra series he hablado de la dependencia que ha venido a reforzar estas anomalías. Y, tengo otras entradas que tocan estos temas y algunos otros relacionados con las contradicciones que otros individuos o instituciones públicas crean con ideas (que muchas veces parecen ocurrencias formuladas por parecer innovadoras, revolucionarias o meramente para justificar la actividad de un puesto que no se merece).

Los milenials se dejaron abandonar a las comodidades que las generaciones previas buscaron tener para mejorar el nivel de vida y productividad. En las redes sociales encontraron foros y canales de difusión para hacerse escuchar y difundir mensajes sin tener que pasar por el filtro que constituían la inversión de tiempo y esfuerzo para desarrollar un trabajo que permitiera a individuos y organizaciones hacerse de un nombre al exponer sus ideas poco a poco y ser validadas por el colectivo como hicieron sus antecesores. Hoy cualquiera con una cierta capacidad elocuente puede convertirse en un «influencer» echando mano de Ideas polémicas, apariencia, demagogia, populismo y hechos acomodados a modo; simplemente basta conformar una posición creíble a los ojos de los demás y a partir de ella hacerse de seguidores y hasta fanáticos. En el caso de las mujeres, exhibir una apariencia estética atractiva bastará para ganarse a un conjunto de morbosos y calenturientos seguidores. La generación de cristal ha sido el blanco de los milenials para continuar con este círculo vicioso.

Los primeros estragos de esta debacle cultural los vemos en México con las actuales legislaturas y designación de funcionarios públicos, hoy fortalecida con el populismo y la retorcida visión de López Obrador y sus seguidores, quienes similarmente han encontrado en las redes sociales un canal idóneo y barato para difundir propaganda, hacer proselitismo y tratar de manipular la vox populi (que es todo un tema y merece ser tratado a parte).

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