Alguna vez, manejando de Pleasenton, CA, a San Francisco, me tocó quedar en medio de una de esas persecuciones policiacas que caracterizan las highway de los USA. Una persecución a no más de 55 MPH, velocidad a la que las patrullas (que llegaron y se interpusieron entre el auto perseguido y el resto del tráfico) nos hicieron ir. Yo iba atrás de una de estas patrullas.
Al parecer el perseguido no llevaba prisa y después de varios minutos de esa aburrida persecución, cuando el resto del tránsito comenzaba a impacientarse, una patrulla aplicó la maniobra de pegarle en ángulo a la defensa del perseguido para volcarlo. Los troopers, pistola desenfundada, gritaban a un negro todo asustado que con grandes ojos colgaba del asiento del auto. Aunque los policías pedían no avanzar, muchos avanzaron por un costado. Yo hice lo propio para no quedar atrapado en medio de una balacera.
Siempre que recuerdo esta anécdota no puedo evitar recordar «I Can’t Drive 55» de Sammy Hagar. Siempre me he preguntado porque decidió abandonar lo que parecía una prometedora carrera solista para irse a Van Halen.
A propósito de 55, llegué a esta edad el pasado martes. Dentro de los mensaje de felicitación recibidos, mi papá me compartía el que consideraba que yo había sabido disfrutar los 54 años pasados. «No me quejo», fue mi respuesta. Pensando en ella, creo que, si bien pude haber logrado alguna cosas o hacerlas años antes, he llegado a esta edad con cabello y dentadura completa. No tengo incapacidad alguna y aún puedo moverme o defenderme en esta vida. Sip, he tenido momentos malos pero me han ayudado a ganar experiencia.
Nada que lamentar.