Cerebros electrónicos

Tenía tiempo de no escuchar el término “cerebro electrónico” como sinónimo de un computador. En los 70 y parte de los 80 era muy popular el término.

Para finales de los 80, los computadores personales eran ya algo conocido y sus capacidades distaban mucho de las de cualquier cerebro… hasta del de un grillo. Quienes estábamos en el campo de la informática o computación nos quedaba claro lo mucho que nos faltaba a recorrer para nuevamente hablar de cerebros, pero en el ideario popular la computadora es una entidad fácilmente antropomorfizable.

A manera de anécdota, recuerdo que en alguna ocasión, regresando a casa en autobús del transporte público, una señora y una chica platicaban sobre los virus informáticos (que a finales de los 80 eran la novedad). La chica respondía a la señora que “como las computadoras eran como pequeños cerebros, se podían enfermar y de ahí que aparecieran virus.” La respuesta le pareció muy convincente y esclarecedora a la señora.

Hoy en día ya nadie habla de «cerebros electrónicos»; lo de hoy es la IA, pero conforme más desarrollamos técnicas para dotar de inteligencia y aprendizaje a los computadores, más nos damos cuenta de la difícil empresa que es crear una inteligencia artificial (y ya no hablemos de una consciencia artificial).

Un buen ejemplo de ello es el desarrollo del aprendizaje automático (machine learning, ML). Ciertamente este tiene orígenes en el campo de la inteligencia artificial pero su último y mayor impulso lo obtuvo de la minería de datos (antecedente de la ciencia de datos), al recolectar y ordenar muchas de las técnicas que ahora son fundamentales. Muchos críticos señalan que si bien puede emplearse el término «aprendizaje» para describir lo que éstas logran, no es «inteligencia» después de todo sino meras técnicas mecánicas; complejas, sí, pero no inteligentes.

A pesar de esto la búsqueda y carrera por desarrollar un cerebro artificial no cesa, se mantiene vigente. Google llegó a anunciar un proyecto al respecto y hubo una iniciativa en Europa en respuesta. Pero, como suele ocurrir en estas cosas, pasado algo de tiempo, toda la euforia alrededor de estos proyectos se va difuminando y perdiendo.

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