Hace poco, haciendo uso del Metrobús, observaba como las mujeres (no pocas, en realidad), optan por subirse en la sección de hombres. La sección de hombres es usualmente más pequeña que la dedicada a las mujeres. Es decir, no hablamos del 50% como podría pensarse en términos de equidad de género. Hablamos de un 60% destinado a las mujeres y un 40% al de los hombres, quizás a veces es menor. No es una percepción individual, pueden preguntar verán que hay muchos otros (hombre y mujeres) que las han observado.
Sin investigar más, estoy seguro que la proporción masculina de usuarios de este transporte es mayor. El que se destine menos espacio para nosotros encuentra eco en la justificación de las autoridades sobre una compensación hacia el género femenino. Así como en otros rubros la encontramos, e.g. en términos de las pensiones, donde se permite a las mujeres jubilarse con menor edad en comparación con los hombres y que ha derivado en amparos y solicitudes de imparcialidad para que se aplique el mismpo criterio con los hombres, obteniendo de las autoridades una respuesta que habla de una compensación mientras continúen habiendo desigualdades. En fin, así las cosas.
El punto aquí, es la pregunta que surge: ¿por qué las mujeres optan por viajar en una sección donde viajarían con un mayor hacinamiento y que, potencialmente, las coloca en riesgo de alguna agresión sexual? A priori, las mujeres que optan por esto son de edad media o avanzada. Sólo se suben mujeres jóvenes, vestidas provocativamente o no, cuando vienen acompañadas de otro hombre. Las mujeres se suben en compañías de otra mujer (es raro que suban tres o en grupo en esta sección), y directamente se colocan en la sección donde están los asientos. Así, la respuesta a la pregunta formulada, es que esperan que un hombre les ceda el lugar.
Si esto debe verse como una muestra de las reglas de cortesía de antaño que no deben perderse, una regla de civilidad atemporal o una regla básica de urbanidad no pienso discutirlo, pero si expondré que no parece coherente a la luz de la búsqueda de igualdad. Una mujer embarazada, cargando a un niño o de edad avanzada, como igual puede ser un hombre mayor, con alguna discapacidad, o también cargando un infante bien pueden recibir esta cortesía sin que ello presuponga una conducta que implique sumisión, como ocurre cuando un hombre cede el asiento a una mujer que bien puede considerarse como un igual en capacidad física y mental.
Sí, no dudo que hay quienes dirán que esto es observar esto erróneamente, pues la cortesía de ceder un asiento por parte de un hombre a una mujer debe considerarse como una regla de buenos modales y de urbanidad básica. Pero, ¿qué hay detrás de esta «muestra de cortesía»? «Siéntese, por favor, como parte del sexo débil debe viajar más cómoda que yo, del sexo fuerte», ¿no es eso lo que implica? Vivimos en una época en la que las campañas de igualdad de género se han inclinado o derivado en campañas que hablan más de violencia de género (es decir, violencia directamente enfocada al sexo femenino). El término «feminicidio» no es un término acuñado sólo para brindar la equidad contra «homicidio» (el genérico) sino que fue acuñado precisamente para remarcar un acto de odio e intolerancia al género femenino, en gran parte derivado de los asesinatos de mujeres que han ocurrido por décadas en México. Hay odio y resentimiento por la pérdida de superioridad que el género masculino observa. No creo que haya otra razón. Y el incremento de denuncias por parte de mujeres que sienten violentados sus derechos e integridad es una muestra del choque cultural y generacional. Pero, así como se debe promover que el género masculino observe y respete al femenino también debe promoverse la desaparición de los viejos usos y costumbres.
Que yo recuerde, ninguna feminista o movimientos que claman por la igualdad de género ha promulgado por abandonar las cortesías masculinas que han sido también sustento de la conducta machista en México. Tal vez porque no quieren perder esas comodidades que estos viejos usos y costumbres les confieren o porque no quieren que estos reclamos deriven en una conducta indolente de «descortesía desurbanizada» general, pero hay tratamientos y conductas que tarde temprano deben ser olvidadas a fin de considerar verdaderamente una condición de igualdad.