Había leído, en algún lado y alguna ocasión, que agosto y septiembre eran los mejores meses para conseguir un nuevo empleo. Eso sí, por experiencia ya se que noviembre, diciembre, enero y quizás hasta febrero eran los peores. En noviembre los proyectos empiezan a llegar a su finalización, en diciembre todos quieren irse de fiesta o vacacionar y administrativamente todo se congela. En enero la gente empieza a regresar y, aprovechando la inercia del fin de año, se las ingenian para medio trabajar. Ya en febrero las cosas empiezan a arrancar y en lo que se definen las cosas, no es de extrañar que el final del verano o principio del otoño sean cuando más abunden las ofertas laborales.

Este pasado agosto y lo que va de septiembre, parece que comprobarán esa aseveración. Los ofrecimientos laborales han sido constantes a un nivel casi semanal. Pero sólo uno de cada cinco (más o menos) resultan acorde a los intereses y objetivos que me he fijado.
En general, creo, la oferta laboral se ha disparado. Quizás en parte por la estacionalidad, pero creo más por la recuperación de actividades tras la pandemia y al hecho de que (durante ella) la automatización y desarrollo de servicios soportados por software han demostrado ser muy lucrativos. Si a esto le sumamos el que la nube y la IA, ML, analítica y ciencia de datos se han vuelto muy populares, veremos el porqué de la enorme demanda de personal con estos perfiles.
La mayor parte de estos ofrecimientos vienen de consultorías. El problema con éstas es su dependencia con lo que el mercado ofrece. Durante el proceso de contratación podrán enfocarse a buscar un perfil para el cual uno encaje y se encuentre uno motivado y emocionado por participar en el proyecto para el que se abre la vacante pero terminado éste no han garantía de hallar otro similar.
Otra constante notoria de todo este frenesí de búsqueda de candidatos es el que los reclutadores actúan bajo una idea genérica. La mayoría no tiene idea de lo que busca ni de lo que requiere el cliente (a veces ni el cliente mismo lo sabe). En relación con el párrafo anterior, esto se suma a una ofrecimiento que pinta muy bien salarial y ocupacionalmente (y a uno le pueden ofrecer la luna y l as estrellas) pero, una vez ya adentro, las cosas pueden ser muy, muy diferentes. Al grado en que al final sólo el aspecto salarial puede compensar un poco la desilusión (pero muy brevemente). También, creo que la impuntualidad y el desconocimiento del reclutador al momento de las entrevistas y de la explicación de lo que busca, habla mucho de y es un primer indicio de lo que hay detrás (de la empresa a la que representa o para la que trabaja).
Por supuesto, es muy diferente buscar trabajo cuando uno ya está empleado y no tiene presiones económicas detrás, a cuando uno está desempleado y termina por aceptar cualquier ofrecimiento. Uno debe trabajar para darse el lujo de buscar el empleo que uno quiere.