De iPhones y manos libres

A mis hijos, especialmente a mi hija, los audífonos no les suelen durar más de dos o tres meses y se sorprenden que aún conserve en operación los audífonos con micrófono que venían incluidos con mi iPhone 3G, adquirido en el 2009. Un buen teléfono, hasta que el tiempo y el empuje de Apple lo alcanzaron. Tras él, le siguieron un iPhone 4S (con un terrible problema de diseño con el WiFi) y un Huawei ALE-L23. Ambos de segunda mano. El Huawei, debo confesar, resultó un buen teléfono, pese a haberse quedado congelado en el tiempo con Android v5.0.1. El empuje de las regulaciones bancarias más la proliferación de apps para cada vez más cosas (laborales y no) ya me habían hecho considerar la adquisición de un nuevo teléfono.

Aunque no estaba a disgusto en el universo Android, decidí regresar al iOS por la integración que ya ha madurado en el entorno de los productos y servicios de Apple. Así, decidí optar por un iPhone 12 Pro.

A diferencia del 3G, éste únicamente incluyó un cable USB-C nada más. El teléfono no cuenta ya con la entrada para audífonos. Así debí despedirme de mis audífonos y manos libres.

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