Esta semana WordPress terminó por remover su viejo editor e interfaz de usuario, a favor de un «editor de bloques» (que hace uso de macros propias de la tecnología de WordPress, lo que haría al código menos portable… y no es que me quiera llevar o vaya a migrar este sitio pero es una consecuencia, ya que ahora lo que en éste tengo tendrá un código que menos parecerá HTML estándar) y una interfaz que… bueno, creo que va con las planas tendencias que iOS y Windows 10 iniciaron ya hace algunos años.
Sobra decir que cuando uno ya está acostumbrado a algo, que ya conoce cómo funciona este «algo» y que estos cambios implican una curva de aprendizaje nuevamente, uno esperaría que esto fuera por algo mejor (mejorado o al menos más simple). Es decir, poder ahora hacer más fácilmente, mejor y lograr más cosas con lo nuevo que con lo actual, pero lo cierto es que en la práctica uno gana algo pero hay algo más que se pierde. Esta no ha sido la excepción.
Me reusé a hacer uso del nuevo editor de bloques hasta donde pude. Ha de haber sido un año lo que duró la transición. Finalmente el tiempo me alcanzó.
El nuevo editor tiene sus cosas buenas y facilita hacer otras pero por el momento estoy en la fase de reaprendizaje y no creo poder ser parcial para decir que hay algo que me gusta cuando por el momento todo lo veo nuevamente complicado. Por el momento lo encuentro todo muy engorroso, me ha ayudado pensar que el nuevo editor se parece a la interfaz que Notion proporciona ha ayudado a entender algunas cosas.
Por su parte, la nueva interfaz para listar posts y páginas se ve atractiva pero ya no hay paginación y es más lenta para cargar. La versión anterior mostraba datos que ahora debo acceder con un menú contextual.
¿Por qué el cambio me pregunto? Entiendo y uno espera que sea por tener algo mejor, pero cuando son cambios estéticos o proponer un nuevo flujo de trabajo que no aporta algo revolucionario si no sólo es por ofrecer una forma diferente de hacer las cosas, la verdad, aborrezco dichos cambios. Sólo lo retrasan a uno. Esto especialmente con aplicaciones de «misión crítica» (como a muchos les gusta llamar) de los usuarios finales, de las cuales un buen ejemplo son las aplicaciones bancarias (web o móviles). Uno las usa por algo muy específico, no se trata de un editor de texto sobre el que uno puede hacer cuantas pruebas quiera o sobre el que no importe dedicar un tiempo a ver cómo se hace algo nuevo o de lo que ya no se acuerda. Uno requiere velocidad y seguridad en el asunto. Cambiar la interfaz de usuario impide lo anterior y es fuente de problemas de seguridad.
Banamex tardó años en cambiar la interfaz de su BancaNet. Mucha gente dentro del banco hablaba de que otros bancos actualizaban sus servicios web y cambiaban su imagen, algo que durante el boom de estos servicios era algo esperado, ver una nueva imagen cada uno o dos años, pero yo nunca supe que hubiera clientes que pidieran un cambio. Hasta donde yo alcanzaba a ver, los clientes estaban contentos sabiendo lo que ya sabían hacer y que eso no se los cambiaran. ¿Cuál era la prisa por cambiar la imagen? Ninguna, salvo de aquellas áreas de negocio a cargo de la imagen del servicio y deseosas de justificar su existencia.
