Fue al inicio del presente siglo, cuando estaba en Banamex (donde gustaban hacer uso de estos términos, pensando en que entre más lo mencionaban más calidad tendrían los resultados obtenidos), que escuché el término. Me pareció algo petulante y presuntuoso en aquella ocasión. Desde entonces he venido escuchando el término con más frecuencia, ocurriendo lo que tenía que pasar: perdiendo sentido y siendo usado equivocadamente.
El concepto de «las mejores prácticas», aparentemente surge en el siglo XX, acuñado por F. W. Taylor, un consultor administrativo que percibió una «mejor forma» de mejorar la eficiencia de la producción industrial1. Desde entonces, bajo distintas equivalencias, se ha venido posicionando en la mente de los profesionales como un sinónimo o equivalente para hablar de un «método». Pero, a diferencia de un estudio sistemático, parece recopilado de la experiencia práctica (o al menos extraído de aquellos pasos o elementos que parecen más fáciles de aplicar, o más prácticos, de cualquier método formal1). No listaré aquí las diversas definiciones que se han formulado, muchas de ellas, con connotaciones específicas a un campo de estudio o actividad; para ello mejor referirse al artículo de Osburn y Caruso1.
Me voy a brincar todo el protocolo, pues creo que ya Osburn y Caruso han hecho un buen trabajo, e iré directo a señalar algunas cosas:
- Hablar de algo como una «mejor práctica», no necesariamente implica que sea la mejor práctica y puede ser discriminatorio de cierta forma sobre otras, pues minimiza implícitamente a todas las demás prácticas haciéndolas aparecer como algo que «no es lo mejor» cuando no necesariamente es así.
- Etiquetar algo como una «buena práctica» puede conceptualmente ser engañoso. La etiqueta implica superioridad en acción o resultados, que puede ser una falsa o imprecisa percepción (y más importante, puede ser sólo una percepción).
- El uso indiscriminado del término ha llevado a que todo aquello así etiquetado pase a ser demeritado del valor de excelencia que debería implicar.
Creo que una definición concreta y específica de «mejores prácticas» debiera empezar señalando una naturaleza única, y así debemos empezar por referirnos a la «mejor práctica». Su definición puede ser igual de elusiva como la de «calidad», para la que hay muchas, pero para la que yo me quedo con aquella que dice «calidad puede significar diferentes cosas para muchas personas, pero todas ellas estarán de acuerdo que cuando no está presente, se nota.» Curiosamente, y a diferencia de la calidad, nadie puede identificar «la mejor práctica» en un primer acercamiento a una actividad en particular. Para poder hacerlo, se requiere un conocimiento amplio y profundo de la ejecución de las distintas formas de poder llevar a acabo dicha actividad. Con la adopción de la «mejor práctica», paradójicamente, buscamos evitarnos ese aprendizaje y quizás pérdida de tiempo, y asumimos en un salto de fe que verdaderamente es la mejor sin siquiera considerar si hay algo que para nosotros, nuestra organización o nuestro contexto pudiera ser mejor y nos permita hacer algo bien o simplemente gustarnos más en la forma de hacerlo. Los puntos previos deberían indicarnos los riegos de ellos y el entender que lo que es mejor para uno no necesariamente es mejor para los demás, así como lo que es mejor para los demás no es necesariamente lo mejor para nosotros.
Lo más honesto que podríamos decir, sobre «una buena práctica», es que se trata de “una forma de llevar a cabo algo que, para algunas personas (o autoridades en el campo), prefieren por los resultados obtenidos, la forma en que estos se presentan, o la manera en que ellos se logran.» Y, en este sentido, buscar ejercer la «mejor práctica» aprendiendo a hacerlo en lugar de esperar a que nos digan como hacerlo.
Referencias
- Joe Osburn & Guy Caruso, «The Concept of ‘Best Practice’:A Brief Overview of Its Meanings, Scope, Usage, and Shortcomings«, International Journal of Disability Development and Education, September 2011. DOI: 10.1080/1034912X.2011.598387, URL: https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/1034912X.2011.598387.