Autismo en gatos

¿Por qué se me ocurrió buscar el tema en la red? Quien sabe, se me ocurrió nomás. Pero, lo cierto es que dos cosas interesantes surgieron de ello.

El primero es el que hay estudios que señalan que la compañía de gatos resultan benéficos con niños en el espectro autista. La naturaleza poco social y callada de los gatos parece empatar con la de los niños autistas, lo que no resulta extraño o descabellado después de todo.

Por supuesto que tanto depende del gato como del niño y el grado de autismo que padezca. Por supuesto que hay otros estudios que igual sugieren el uso de perros, caballos y hasta iPads para ayudar a desarrollarse a este tipo de individuos. E igual aplica la consideración de que depende del tipo de niño, animal y aplicación.

Ahora, en el otro extremo, está el caso de gatos que pudieran tener autismo, lo cual nos lleva  a un callejón sin salida, pese a lo que algunos mencionen.

Primero hay que considerar lo que es el autismo, que de hecho quienes están relacionados con esto (profesional o familiarmente hablando) prefieren llamarlo «espectro autista» pues es muy amplia la gama de afectación y características que no todas se presentan siempre en los individuos afectados. Los transtornos han sido identificados y definidos tomando de referencia las capacidades cognitivas humanas. Tales capacidades, en un ser humano normal, difieren significativamente de las que podemos encontrar en un gato normal, incluso en el más inteligente de ellos.

No podemos comparar nuestra consciencia con la de los gatos. Los gatos, al igual que los perros, elefantes, osos, pericos, guacamayas, delfines y cualquier otro animal, son eso, animales, irracionales e impredecibles hasta nuestro entender y sin capacidad de comprensión de las ideas abstractas de mayor nivel que son las que nos definen como especie y como humanos. Sí, no dudo que algún lector me diga que se ha demostrado X o Y cosa con simios, ballenas o defines, pero lo cierto es que, fuera de nuestra especie, no sabemos de otra con un desarrollo social y tecnológico equiparable. Los animales, salvajes o domesticados, están al final a expensas de lo que dicte su entorno y difícilmente son capaces de modificarlo bajo un propósito de superación dirigido y consciente.

Entonces, un gato será eso, un gato. Un animal con un comportamiento característico elemental. ¿Existe suficiente margen en ese comportamiento como para poder distinguir diferencias significativas de un comportamiento social o individual? ¿Deficiencias en capacidades cognitivas? Vamos, a duras penas podríamos identificar a un gato sordo o con deficiencia visual. Muy difícilmente podríamos saber si un comportamiento de aislamiento, por ejemplo, es una preferencia consciente o efecto de un transtorno. Imposible poder determinar si hay autismo, retraso mental, psicosis o alguna patología psicológica o mental que no se manifieste de forma fisiológica.

Personalmente, dudo mucho que hasta el momento se haya identificado un verdadero caso de autismo gatuno. Estas notas o historias deben ser tomadas con mucha reserva.

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