Una nación sin planes

Pues la política y las próximas elecciones son el tema de cada saludo, cada comida y cada encuentro. Uno se topa, en general, con tres puntos de vista (y deberíamos decir cuatro pero es difícil encontrar a alguien que hable de Quadri): el que ha caído víctima de la publicidad o que cree que (porque le han dicho que esto ya está arreglado) debe votar por el PRI, los que consideran que AMLO es la solución a todos nuestros problemas, y quienes están a favor de continuar con lo que se inicio hace 12 años. Lo anterior considerando que hay muchos que señalan que no hay en realidad por cuál irle pero no hacerlo (votar) sería un desperdicio y se van por lo que que escuchan a su alrededor.

Sin embargo, hay una constante en todo el asunto (incluyendo a Quadri y a JVM). En todos los casos (opiniones y comentarios) siempre se refieren al candidato por el puesto de Presidente de la República. Nadie, realmente, habla o se refiere a un candidato como una opción/propuesta/plan de gobierno/nación. Claro, cuando  uno toca este tema de inmediato salen con que su candidato es el único que trae o propone algo de esto, o que se habla en el entendido de que al hablar del candidato se hace por lo que trae atrás. Argumentaciones hay muchas. Desde las que te da un taxista, que igualmente es experto en la dirección técnica de la sección de fútbol mexicana como igual es experto en política exterior, hasta las que los mismos partidos políticos exponen.

Para las jóvenes generaciones de votantes, el país está mal por culpa del PAN y ven al PRI o PRD como la oposición u opción de alternancia del poder con la que muchas cosas mejorarían. Ellos creo que pueden ser disculpados por su corta experiencia pero ¿y el resto? Resulta curioso– y triste al mismo tiempo –como la gente no tiene memoria y olvida muchas cosas– y muy rápido. Los políticos lo saben y lo usan. Por esto EPN se presenta como una opción de cambio y un representante de la oposición (como si su oposición llevara década de lucha). Tenemos también a Héctor Bonilla cuestionándonos que opinamos de 12 años de alternancia perdida (cuando el partido por el que aboga y los partidos a su alrededor son tan culpables– o más –del tiempo perdido y rezagos que el país padece como el mismo partido en el poder).

Todos deberíamos estar conscientes de que a un país no lo cambiamos en un sexenio, como tampoco lo puede cambiar una persona. Hablar de un cambio en el que todo funcione como lo pintan los políticos en campaña sólo es posible si todos lo buscamos y estamos de acuerdo en una meta común. Si no estamos todos de acuerdo el cambio buscado debe imponerse y esto crea fricciones y roces. Cambios grandes en tiempos breves implican revoluciones (como el nombre mismo lo indica y con todo lo que conlleva el término). Cambios menos violentos deben ser vistos de largo plazo, quizás hasta generacionales.

Nuestro problema es la renovación nacional que buscamos cada seis años, pensando que habrá una persona que venga a arreglar todo nuestro desorden. No parecemos darnos cuenta que los objetivos que decimos buscar como nación no pueden lograrse en un periodo tan corto. Es necesario trazar planes de tres, cuatro o hasta cinco sexenios. Es necesario que hablemos de planes que vayan más allá de sólo 6 años y así deberíamos hablar de candidatos que están alineados o buscan dar continuidad a planes de largo plazo.

Esto, por supuesto, no lo tenemos. La verdad es que como nación, prácticamente vivimos al día.

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