Reflexiones de un profesor de maestría (18) 

Hace tiempo, cuando fui subscriptor del Excelsior, me gustaba leer las entregas que Adina Chelminsky hacía sobre el emprendimiento. Dentro de los muchos temas que tocó está el de los mentores, una figura que se ha formalizado como ella menciona y que es, creo yo, desconocida en nuestra cultura. Quizás la palabra no sea «desconocida», pero lo cierto es que en nuestro entorno académico y profesional, no tenemos claro cómo lograr ciertas cosas.

La mayoría de las personas o empresarios en México relatan cómo se embarcaron o iniciaron en una aventura de descubrimiento. Igual con los académicos. Y puedo estar equivocado, pero mi impresión (y experiencia) apunta a que en países desarrollados (y ya saben a qué me refiero, pues en estas épocas de la intolerancia a la intolerancia, la equidad de género, el lenguaje inclusivo y demás buenas intenciones, hablar de «países desarrollados» y «países tercermundistas» ofende a más de uno y la respuesta de «todos somos iguales» no se hace esperar; pero no, no somos iguales ni en lo colectivo ni en lo individual y debemos aceptar dichas diferencias) es mucho más fácil encontrar a un «mentor.»

Así, en mi actividad como profesor de maestría, he buscado ser un mentor y compartir mi experiencia práctica y profesional en el mundo académico de mis alumnos. Aprovecho cada nueva experiencia laboral o académica, para aprender algo nuevo, aunque ello me lleve a ser un alumno (mentee) nuevamente. La suma de todas estas experiencia me han llevado a entender que de haber encontrado y entendido la figura de un mentor al inicio de mi carrera profesional habría entendido otras cosas antes de tener que vivirlas y aprender de ellas. ¿Que hubiera seguido otro camino en mi vida? Posiblemente. ¿Más exitoso? Posiblemente.

Recientemente apliqué para poder ser mentor en un programa académico de nombre Lacuna Fund. Fui aceptado y he estado asesorando a un grupo de estudiantes de Nairobi, Kenya en su aplicación para participar en este programa. Estando en zonas horarias muy separadas ha obligado a que todo contacto sea por correo electrónico. Ha sido una experiencia interesante aunque no la veo diferente a la que obtengo como profesor de posgrado. No digo que ser un mentor es ser un profesor, no. Ser un mentor es algo más cercano y directo. Ser profesor es algo más genérico y, hasta cierto punto, indiferente.

Referencias

  1. Adina Chelminsky, «Buscar un mentor… ser un mentor«, Excelsior, sección Dinero, pág. 13. Ciudad de México, 2014.02.14. URL: http://www.excelsior.com.mx/periodico/flip-dinero/07-02-2014/portada.pdf.

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