Hablaré ahora del entorno académico.
En el caso del IPN, éste también ofrece «becas» a sus académicos por «exclusividad» y por «productividad». Supongo que algo similar a la idea de las becas deportivas. Mientras el académico (o el atleta) demuestre productividad de investigación en proyectos, conferencias o publicaciones (gane competencias o presente resultados de clasificación en justas deportivas) el IPN o algún organismo gubernamental promotora del avance científico o tecnológico (algún organismo gubernamental de promoción deportiva) otorgarán una cantidad monetaria a éste como retribución por su dedicación o desempeño.
Pero, ¿realmente esto es ser «profesional»? ¿Realmente esto retribuye lo que un académico invierte o sacrifica por lo que hace? La idea detrás de estos pagos es «ayudar» a quien los recibe para enfocarse en su actividad y evitar distracciones por la necesidad de tener que desempeñar alguna otra actividad remunerada para poder ganarse la vida para garantizar sea un deportista o académico de tiempo completo.
Pero, profesionalmente hablando, ¿esto es una «ayuda»? Quizás económicamente hablando, al momento en que este dinero se recibe sea así, pero considérese que este «sobresueldo» no es gravado y no se considera al momento de pagar pensiones por jubilación o indemnizaciones por accidentes o despidos. Viéndolo fríamente no es más que un engaño para el profesional, el verdadero profesional (aquél que dedicará una vida a una actividad remunerada por la que espera cosechar frutos en el futuro para disfrutar de sus beneficios durante su vejez).
Adicionalmente, aquí en México, pese a todas las alabanzas que se hacen el 15 de mayo, la docencia es una profesión muy ingrata pues es de las peores pagadas y escasamente reconocidas en términos remunerativos y de promoción profesional.