Hace ya tiempo que un artículo en el Excelsior1 me dejó con algunas reflexiones y evocaciones, no necesariamente positivas (o al menos con las que comulgara) pero que creo a alguien podría servirle si las comparto.
Después de terminar la licenciatura, tuve un periodo de mucha movilidad laboral, dos o tres meses llegaba a durar en un empleo antes de que me aburriera y empezara a buscar alguna otra oportunidad con mejores prestaciones económicas. Muchas veces lo hacía simplemente porque mi empleador se ponía pesado y quería que dejara de estudiar (estaba ya haciendo una maestría) para poder pasar más tiempo en el trabajo.
Mis padres me decían que debía hacer «más tiempo» (antigüedad) en los empleos pues tanto cambio demostraba inestabilidad (y sí, algún empleador llegó a comentármelo, pero mi respuesta fue más de «no es que sea inestable, es que no han sabido conservarme»). Para mí, el poder tener experiencias den distintos campos era algo atractivo. Nunca he considerado que el decir «tengo x años en el desarrollo de sistemas contables» sea algo de valor (siendo x mayor a 3 años). De cualquier modo yo seguí firme en mi idea de que ningún puesto compensará una educación más sólida.
Yo había recién iniciado los estudios de maestría cuando fui a un evento de reclutamiento de IBM. Según recuerdo acudí por invitación y eso me llenaba de un cierto orgullo. El asunto pintaba bien, no sólo por lo que ser parte de IBM prometía sino porque la parte remunerativa era igual de atractiva. Sin embargo, casi al final del evento la persona de IBM dejó en claro que «IBM daba una educación muy superior a un posgrado universitario, por lo que si uno deseaba formar parte de este equipo de becarios o de intership, uno debía renunciar a cualquier curso o educación que uno ya hubiera iniciado.» El evento era para ya egresados de licenciatura, y de hecho la invitación recibida era por la SEPI de la UPIICSA, lo que me pareció arrogante y algo traicionero por parte de IBM. Yo rechacé la oferta.
Durante mi estancia en la maestría, me tocó conocer a muchos compañeros míos que dejaban el programa por haber recibido una oferta laboral mejor o una promoción en sus empleos. Igualmente me tocó conocer a gente que abandonó sus posgrados por estás razones y se arrepentían de ello. Lo que me motivó a continuar y finalizar lo que había iniciado.
Terminando la maestría decidí sacarle provecho al grado y pasé por un par de empleos en los que logré que me pagaran lo que pidiera, aún sin tener la experiencia que buscaban, simplemente apoyándome en el grado académico alcanzado. Poco tiempo después ingresé a Banamex, duplicando mi salario previo.
En Banamex me tocó saber de algo que llamaban «la Universidad Banamex», que no eran mas que una serie de cursos de capacitación que proveían algunas certificaciones con la CNBV y de reconocimiento en el ámbito de las escuelas comerciales pero nada de importancia académica. También está el hecho de ciertas facilidades, descuentos o condonaciones de pago de colegiaturas en posgrados (como es el caso de un posgrado en el IPADE) que Banamex concedía a ciertas personas. Quizás ello en aquél entonces (y previamente) pudo haber significado algo, pero hoy no creo que valga lo mismo.
En fin, el caso es que leer de las «universidades corporativas»1 me recordó esto. Pero, esta antecedente me ha hecho alargarme en esta entrada y por facilidad debo continuar en una posterior entrega.
Referencias
- Carolina Reyes, «Esperan un boom de universidades corporativas«, Excelsior, sección Dinero, pág. 8. Ciudad de México, 2012.11.07; URL: http://excelsior.com.mx/periodico/flip-dinero/07-11-2012/portada.pdf.