Procedimientos de auditoría

Hace tiempo, mucho tiempo, leí un breve artículo (o nota, no sé como las catalogan los periodistas) sobre el tema de las auditorías1. Anoté el URL pensando en escribir una entrada en el blog al respecto, pues he vivida ya varios procesos de auditoría, desde personales, hasta profesionales y me parece importante e interesante el asunto. Finalmente le di «salida a esa entrada.»

Sinceramente, ninguna de estas experiencias han sido lo que esperaba. Y, sí, han resultado decepcionantes y frustrantes.

Hacienda alguna vez me auditó. No diré que haya sido por razones equivocadas, pues parte de su labor es revisar el porqué hay discrepancias en las obligaciones que todos debemos cumplir. Si diré que ella misma se generó trabajo innecesario pues yo cumplí como debí, pero ella no recibió o registró tal acción. Yo preparé los documentos que lo demostraban y acudí a mi cita con ellos puntualmente. El sujeto que me recibió, no revisó nada, puso firma de recibido en todos los documentos, y cerró mi requerimiento. Pude haber entregado cualquier cosa que «aparentemente» justificara o e mostrara verbalmente lo que expliqué (que no fue más allá de un «cumplí como lo hice, y estos documentos lo prueban»). Ese día le perdí el respeto al gobierno y entendí podía hacer lo que me venga en gana. He tratado de hacerlas cosas correctas, pero si puedo ahorrarme molestias y tonterías… pues…

Para muchos esto de las auditorías no es más que un procedimiento administrativo, pero en realidad es una labor muy científica y necesaria. Para todos ellos esto es más algo punitivo que una  oportunidad de mejora.

Profesionalmente, la mayor cantidad de auditorias las viví en Banamex. Donde tener que ser auditado era ser objeto de una investigación criminal. Desde antes de su inicio existía la consiga de «si la auditoría encontraba algo» habría consecuencias negativas. Había justas sobre «cómo responder a los auditores, qué decirles y quién debía hacerlo». Había todo un protocolo de acción y cartas de inicio. Los auditores debían notificar inicio, acciones y alcance, de otra forma «los jefes auditados podrían ofenderse» pero no así los supervisados, quienes serían castigados por aquello que se encontrara no fuera correcto. La consiga era «dénle» a los auditores «lo que requieran», pero no les digan más de lo que necesiten. Aso sí, los auditados debían trabajar su carga normal, mientras debían entregar aquello que el auditor pidiera. En fin un teatro que daba inicio a un circo de tres pistas.

Para mi nada de lo que describo fue o ha sido una auditoría. Personalmente, las auditorías deberían ser invisibles, uno no debía saber que fue auditado hasta recibir el informe de ella. El propósito debe ser, no «evidenciar», pero si dar a saber qué no se está haciendo bien y permitir su arreglo (y no sólo para el auditado, sino con cualquier tercero involucrado). De otra manera una auditoría es sólo una pantalla y pérdida de tiempo.

Scott Adams ©. All rights reserved.
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Referencias

  1. Luis Alberto Cámara Puerto, «Procedimientos del cierre de una auditoría«, Excelsior, sección Dinero, página 16. 2012.10.08, Ciudad de México, México. URL: https://www.excelsior.com.mx/periodico/flip-dinero/08-10-2012/portada.pdf.

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