Continuando con esta serie de entradas, y lo que exponía la semana pasada.

Conforme mis hijos han ido creciendo sus intereses han cambiado. Sin embargo, si bien han ido dejando algunos juguetes como era esperado, no ha sido así la preferencia por hacer uso del celular o tableta electrónica para jugar y entretenerse. De hecho resulta curioso como prefieren la tecnología háptica de los móviles a la mecánica del teclado de las computadoras.

Ahora que son casi ya adolescentes, además de los juegos, han incluido dentro de lo que les gusta a los videos de YouTube y los video bloggers (youtubers,como les llaman hoy en día). Y tienen sus favoritos.

No hace mucho tuiteaba al respecto. Luego de ver a mis hijos o a los amigos de estos entusiasmarse y agitarse por lo que en estos canales se transmite.

Algunos de estos youtubers son muy intrascendentes. Simplemente se dedican a narrar (los de mejor «calidad», digamos) sus sesiones en algún video juego (algunos simplemente se dedican a maldecir, gritar y comentar sus «sentires» o a platicar con otros jugadores). A mis hijos les gusta esto (de donde han aprendido toda una retahíla de palabrotas). Yo no le veo cual puede ser el interés de ver como otro se divirtió, me parece una perdida de tiempo y algo que puede rayar hasta en lo malsano.

Hay otros youtubers que se dedican a comentar u opinar sobre temas de actualidad. Muchos de ellos parece sentirse autoridades en temas que, pese a lo que digan o consideren sobre su nivel de madurez, siguen siendo cosa de adultos. La mayoría de estos youtubers siguen siendo niños. Niños que opinan de cosas sobre las que no tienen mayor experiencia que la que leen o ven a través de los canales que la tecnología informática les ha traído. De temas sobre los que se han formado una opinión y tratan de difundirla cuando no tienen la cantidad de datos e información, así como la experiencia o madurez necesaria, para sopesar todas las aristas del tema. Si los adultos, que deberían ser más ecuánimes, no lo son.