En la HP-32S recuerdo haber hecho muchos programas y muchos de ellos haberlos rescrito muchas veces, logrando cada vez hacerlos más pequeños. Por ahí debo tener mis notas, pero el maremágnum que actualmente tengo con mi archivo y biblioteca física me desalienta de cualquier búsqueda. Si algún día los encuentro los pongo en algún otro post.
Algunos años después vendí la HP-32S, más por la insistencia de un «godínez» compañero de trabajo que por otra cosa, y ha sido una de esas pocas cosas que he lamentado haber hecho. Antes de esa venta, supe de la existencia de la HP-48SX y adquirí una; por allá de 1991 ó 1992. Me encontraba ya cursando la maestría y, según recuerdo, fue por un anuncio en una revista que supe de ella (anuncio que creo también tengo por ahí pero… bueno ya saben la explicación). Costó alrededor de $2,000.00. Venía en una caja como esas en las que se acostumbraba vender el software (tamaño esquela, más o menos, gruesas). Venía con tres manuales, dos grandes, de espiral (uno del uso y funciones de la calculadora, el otro sobre su programación y el lenguaje RPL), y una pequeña guía rápida. Los manuales tenían algunos detalles de traducción o redacción pero eran de muy fácil lectura y bien presentados (y de los que por cierto, la combinación verde, gris y violeta en los colores que seleccionaron para el marketing del producto me agradó mucho). La impresión no era negra más bien era un tipo de gris tenue, pero legible. Siempre me pregunté si sería para evitar el fotocopiado.
Posteriormente agregaría a esto un par de tarjetas de memoria, una biblioteca de ecuaciones, cables y software de transferencia de datos vía RS-232C con la PC, un libro de Kermit (que tuve que ir a conseguir a las mismísimas oficinas de DEC México) y un libro más de programación RPL de HP.
En esta calculadora hice de todo, desde la tarea (de la maestría), cosas de trabajo, bases de datos con las que me hice de una agenda y libreta de direcciones, juegos (en particular uno de gato, de código muy pequeño y que sacó de casillas a un compañero de la escuela por no poderle ganar) hasta lo que fue la prueba de concepto de lo que sería mi trabajo de tesis para la maestría sobre un sistema de memoria asociativa basado en redes neuronales.
Por supuesto, el único problema con esta calculadora era el tamaño, pues era algo así como un mainframe para los bolsillos de camisas y pantalones en lo que se supone uno debía cargar una calculadora. Usaba tres pilas AAA que duraban más o menos un buen tiempo (pero el que fueran número impar era un problema). Iniciaba la era del Internet doméstico (a 2400 bauds) que hoy damos por algo obligado y común. A través de éste conocí Usenet y Gopher y con ellos supe de EduCALC y de la American Association of Calculators Collectors (ya no en operación pero de la que aún puede leerse algo), a la que me subscribí.