«Pipopes», al fin y al cabo

Este fin de semana hay elecciones en Puebla. El candidato por Morena, Barbosa, tiene una mirada sombría y turbia; me recuerda al «gober precioso». De ganar, sinceramente no creo que haga nada por el estado, que como ya antes mencioné, he debido moverme a éste por cuestiones laborales.

Recién me había mudado, en una reunión familar me preguntaron cómo me iba con los «pipopes«. Desde entonces, frecuentemente me preguntan cómo es Puebla, a lo que suelo definirla como sucia, apestosa y polvosa. Realmente, en comparación con otras ciudades como Querétaro o la CDMX, la limpieza de sus calles deja mucho que desear.

Quizás y desafortunadamente me ha tocado vivir en una parte de la ciudad en la que hay varios canales de aguas negras que, con el calor que ha venido haciendo, se evaporan y llevan su pestilencia a los alrededores. Adicionalmente, el clima es seco y es fácil que se levanten polvaredas, y hay muchas calles y terrenos sin urbanizar por lo que tierra y polvo hay por doquier.

A lo anterior hay que sumarle que, al parecer, esta ciudad no aprende. Recientemente leí este tweet.

Puedo decir que tampoco está diseñada para los peatones. Sus calles son irregulares (hay mucho fraccionamientos y calles cerradas o con control de acceso). Impiden existan vialidades que permitan desplazarse por la menor distancia. Hay que rodear estos fraccionamientos y accidentes naturales (hoy canales de desagüe). Una caminata que debía ser de 10 minutos se transforma en una de 30 ó 40. El transporte público es insuficiente o está mal diseñado en su uso (camiones que dicen sólo con una tarjeta puede abordarse, pero no hay máquina expendedoras más allá de la terminal de éstos). Los taxis son abusivos y cobran lo que quieren.

Yo camino a mi trabajo. Me toma unos 35 minutos (cuando debieran ser entre 5 y 10). En el camino paso banquetas rotas y muy descuidadas. Banquetas llenas de postes, mobiliario urbano, con rampas de acceso a propiedades, a veces tan angostas que no se puede andar en ellas… en fin, banquetas que lo obligan a uno a andar por el arroyo vehicular. Tan irregulares que a uno terminan doliéndole los pies o piernas. Así que, para los peatones las banquetas en Puebla no lo son. Pero, mi impresión es que a la gente parece no importarle. Puebla está pensada para el automóvil.

¨Pipopes, al fin y al cabo.

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