Mitos, leyendas urbanas e ignorancia

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Dicen por ahí que para hacer dinero uno no tiene que estudiar. No es mentira. Día con día sabemos de gente que si bien no ha amasado fortunas, sí han logrado crear un patrimonio que puede superar con creces al de aquellos de buena cuna o  aquellos que se han formado académicamente en una profesión e inclusive han profundizado en ésta.

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¿Cuántas veces no hemos sabido de aquella persona que empezó vendiendo chicles o baratijas en la calle y que hoy cuenta con sucursales y empleados? ¿Del señor que empezó vendiendo nueces en un mercado y que hoy tiene una flota de camiones y comercia con-no-sé-que-cosa? ¿De la señora que empezó con quesadillas o tamales en la esquina y que hoy tiene dos o tres restaurantes? ¿Del sujeto que apenas terminó la secundaria y que hoy es director en esa empresa? Ejemplos hay muchos, y sí, los casos de éxito existen pero la mayoría son exageraciones. La gente tiene a exaltar los casos de éxito, al igual que las fallas y fracasos, pero ambos no son más que anomalías estadísticas. Lo cierto es que el éxito se debe a una cierta cantidad de inteligencia, conocimientos y suerte. En ese mismo sentido, el fracaso se debe a la falta de éstos.

También es cierto, aunque a muchos les cueste aceptarlo que, en general, la verdad, es que somos flojos y envidiosos por naturaleza. Buscamos el dinero fácil, nos gusta ver fracasar al prójimo. Así es la naturaleza humana.

Doubt

Pero, independientemente de esto, lo cierto es que estudiar no debe ser visto como una forma de hacer dinero o prepararse para hacer dinero sino como una forma de sencillamente evitar ser un  ignorante en un mundo tecnificado. Una educación básica es necesaria para deshacernos del bagaje cultural nocivo de nuestros antepasados (los mitos), evitar caer en las equivocaciones modernas (las leyendas urbanas), poder actuar con conocimiento y no por intuición y, ¿por qué no? Alejarnos de las religiones y pseudociencias.

Recurrir, abandonarse o caer en cualquiera de los errores del párrafo anterior es por pura ignorancia. Sí, no dudo que salga alguien hablando de que aún enfrentamos cosas que no podemos explicar, que no debemos explicar o algo superior en lo que debemos tener fe, por lo que a «ignorancia» agregaré «temor». Y no tengo más que discutir sobre el punto.

Ahora, en nuestro mundo cotidiano, ya no podemos darnos el lujo de hablar por meras creencias o «sentires» intestinales, a menos que queramos hacer el ridículo y ser tachados de ignorantes. Puedo citar varias casos (sin ninguna preferencia u orden, las ligas son a ejemplos de desinformación sobre estos temas o a material que expone estos fraudes):

Sólo por dar un ejemplo. Muchos claman que, por ejemplo en el caso de las vacunas y autismo, por el simple hecho de que en las comunidades amish no se presenten casos de autismo y dado que estos, por sus creencias religiosas rechazan las vacunas, existe evidencia y una correlación entre vacunas y autismo pero parecen no considerar que puede haber una correlación genética, máxima con lo endogámicas que son estas comunidades.

El no saber es tan malo como «medio saber».

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