Recuerdo una época en la que el tiempo me rendía muy bien. Leía algunas revistas que me mantenían al tanto de lo último en mi profesión, contestaba mensajes en el BBS, veía televisión, interactuaba con mucha gente, cumplía mis obligaciones. Hoy cada una de estas actividades representa tiempo que debo invertir a costa de otras.
¿La causa de todo esto? Durante mucho tiempo me lo pregunté. Durante mucho tiempo consideré que se debía a que mis obligaciones y responsabilidades como adulto y profesionista habían crecido y desplazado a las que tenía cuando era un estudiante. Aunque en mi trabajo me ocurrió algo similar. Entonces consideré que simplemente era porque mis responsabilidades laborales habían aumentado más allá de cierta capacidad de trabajo y humanas que poseía.
Tras ver que muchos andaban igual que yo, consideré que esto era simplemente el resultado de una mala administración del tiempo. Decidí entonces probar distintos métodos, estrategias, técnicas y productos de administración del tiempo. Después de investigar y probar un rato me topé con la de David Allen, Getting Things Done (GTD), que en muchos sentidos me pareció innovadora y práctica. La adopté y la probé, pero por una u otra causa no me ha funcionado como se dice debería de funcionar. Así que la pregunta permanece: ¿La causa de todo esto?
Durante todo este tiempo siempre he considerado que la tecnología debería ayudarme a incrementar mi capacidad productiva y, aunque quizás en más de una ocasión lo consideré, no aceptaba que mucho del problema era debido por la tecnología misma. Ahora, ¿qué ha cambiado que mi perspectiva se ha modificado?
Hace poco dejé de hacer uso de Foursquare. No tanto por voluntad sino por que la aplicación parece haber ya quedado obsoleta en mi viejo iPhone 3G. Aunque extraño estar registrando mi ubicación en la aplicación, hay un cierto alivio y menos ansiedad al no tener que hacerlo. Después de esto, otra cosa de la que he tomado consciencia es de la enorme cantidad de información y conocimiento al que hoy tenemos acceso. A la par, también he aceptado que a pesar de todo el interés que pudiera tener difícilmente tendré tiempo, capacidad, energía y recursos para acceder a toda ella. No me ha quedado mas que la resignación de tener que tomar decisiones sobre el material que más me interese y enfocarse a ello. Punto.
Mirando en retrospectiva veo como internet trastocó mi vida, ciertamente colocando a mi alcance un enorme cantidad de documentos, fotos, video y audio pero sin capacidad para poder asimilarlos con la misma rapidez. Tratándose de internet, es uno contra el mundo.
Por su parte, si bien las computadoras me han dejado poder registrar, trabajar, procesar y almacenar muchas cosas de lo que hago, de lo que me mandan (inicialmente por correo), de lo que puedo descargar por FTP, de la WWW, de cualquier recurso compartido y de cuanta red pueda entrar, de los chats y, hoy, de lo que me entero y publican en las redes sociales, lo cierto es que no me han dado la misma capacidad de asimilación por mi persona. Es más, me han dado mayor trabajo al tener que aprender a usarlas a ellas y aquello que me permite usarlas. Esto último, su software, posee la particularidad de que cada 5 años cambia radicalmente.
Adicionalmente, otros elementos distractores: los PDA. Uno pensaba que finalmente la respuesta estaba en una extensión de la PC, en poder hacer uso de momentos en los que uno no estaba cerca de la computadora para revisar y organizar archivos y pendientes, logrando avanzar en el ajetreado ritmo de vida. Sólo sirvieron para llenarse de más archivos y pendientes, así como de preocupaciones sobre si las aplicaciones habían sincronizado o si no se habían corrompido perdiendo datos.
Están también los celulares, que terminaron desplazando a las PDA. En un inicio preocupándonos por tener a los dos aparatitos sincronizados en las libretas de direcciones y luego con los calendarios. Hoy además con lo que pueden acceder en línea.
No puedan faltar los PIM (Personal Information Managers). Los PDA versión software. Hoy se suman las tablets y la nube. Mañana… quién sabe, quizás la singularidad prevista por teóricos de la computación y futuristas, peor lo cierto es que aún así no habrá tiempo de nada.