Algunas cosas no cambian

Mi primera tarjeta de crédito fue de Bancomer. La tramité con un promotor que se visitó la UPIICSA cuando yo estudiaba la maestría. Yo me encontraba trabajando en aquel entonces para Sears, Roebuck de México, S.A. de C.V. (aún recuerdo que el día que hice la solicitud iba vestido con un traje gris que precisamente compre en el Sears de Plaza Universidad, haciendo por  primera vez uso de mis descuento como empleado) por allá de 1992.

Ya antes había intentado obtener una tarjeta de crédito, principalmente con Banamex pero me pedían «las perlas de la virgen» para iniciar el trámite de solicitud. Curiosamente no fue hasta que ingresé a trabajar a Banamex que pude obtener una tarjeta de crédito de este banco. Sí, ya como empleado de Banamex nuevamente intenté obtener una tarjeta de crédito como «cualquier hijo de vecino» pero fue lo mismo. Aunque no recuerdo exactamente el porqué seguí tratando de conseguir una tarjeta de Banamex, si recuerdo que tuve que brincarme algunas trancas para obtenerla.

Mi segunda tarjeta de crédito fue una Diners Club. Recuerdo que Miriam también había intentado obtener una de éstas (que era considerada una tarjeta cara y «muy nice» y se «infartó» cuando supo que yo la obtuve telefónicamente y de validez internacional, mientras que a ella le dieron una válida sólo en México y tras pasar un tortuoso trámite de solicitud.

Mi tercera tarjeta fue una American Express verde, en 1995. Desde entonces he tenido varias tarjetas de débito, crédito y departamentales. Con la tarjeta Bancomer duré varios años, quizás 7 u 8. Nunca tuve problemas con ella hasta que Bancomer pasó a ser parte de BBVA y decidí cancelarla por allá del 2003. A diferencia de Banamex, podía cancelarla por teléfono pero debía dejar la tarjeta en $0.00, exactamente, sin pesos o centavos a favor o en contra.

Hace como un mes, más o menos, recibí una carta de Bancomer en la que me preaprobaban una de las nuevas tarjetas de crédito que emitieron con motivo del 75 aniversario del IPN. Decidí hacer uso de la invitación. Mi primer intento fue por teléfono. Tras pasar un interrogatorio de 30 minutos al final no pude concretar nada. El Buró de Crédito,  al parecer, no me reconocía o contaba con información de mi persona con los datos que habían capturado las personas con quienes contacté telefónicamente. Me indicaron acudir a una sucursal para hacer el trámite en persona. Ya en la sucursal, paradójicamente, tan sólo me pidieron la IFE y proporcioné sólo una fracción de los datos que me pidieron telefónicamente (sólo mi nombre y dirección). El ejecutivo que me atendió me indicó que por la tarde se comunicaría conmigo para darme en dictamen de aprobación o rechazo. Yo no creí que fuera a hacerlo. Y no o hizo.

Eso habrá sido hace una semana. Hace dos días recibí el PIN de la tarjeta, con lo que supe que la aprobación procedió finalmente y ayer por la tarde recibí una llamada del mencionado ejecutivo indicándome que podía ya pasar a recoger la dichosa tarjeta. Hoy acudí a la sucursal pero, como debí haber esperado, el personal del área de cajas no la tenía y el dichoso ejecutivo que me atendió no estaba.

Algunas horas después me comuniqué con la sucursal para indagar sobre el asunto. Aunque seleccione hablar con el «director de la sucursal» (sic) según el menú del IVR, quién me respondió fue un ejecutivo de cuenta. Le expliqué el asunto. Me preguntó por el nombre del ejecutivo que me atendió (dato que siempre me ha parecido inútil y al final siempre me lo piden). Me indicó que seguramente el ejecutivo debió haber visto en su sistema que mi tarjeta estaba ya aprobada, enviada o asignada a la sucursal pero que de eso a que físicamente tuvieran ya el plástico era algo diferente (¿?).

El sentido común dicta que si avisas  para que pasen a recoger algo es porque ya lo debes tener, ¿o no? Nuevamente el sentido común es una rara virtud tratándose de la atención al cliente. Al parecer el ejecutivo mencionado no procuró revisar que la tarjeta físicamente estuviera ya en manos de quien debía entregarla. Un caso más de la mano derecha ignorando en qué la compromete la mano izquierda. La verdad no entiendo como este tipo de cosas ocurren. Como ya lo he dicho yo. No son los procesos, son las personas y por ende nuestra cultura lo que nos hace llevar la vida que llevamos.

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