
La entrada anterior de esta serie (que no pretendía serlo), fue de puras quejas, no lo niego. Creo que traía demasiadas frustraciones acumuladas. Los últimos seis años trabajando en forma remota como consultor me han brindado una perspectiva complementaria sobre este tema, que la verdad no ha variado mucho pero no es del todo como aquella que describí previamente. Quizás la entrada anterior se vio demasiado sesgada con lo que fue la experiencia vivida en Banamex, en la que los procesos eran lo importante, no el resultado, y las cosas se daban por decreto.
A raíz de la pandemia, el trabajo remoto y el desarrollo tecnológico de nuestra vida moderna hizo que el rol tuviera nuevas implicaciones. Muchos administradores se vieron en la necesidad de supervisar recursos que no veían, sobre los cuales ya no podían pasearse en sus cubículos y escritorios para ver que qué estaban haciendo. Yo creo que muchos se vieron frustrados con ello y ha sido una de las razones por las que el «regreso a la oficina» tuviera un repunte no hace mucho pretextando la necesidad de socializar, presencia física, productividad o uso de instalaciones. Personalmente creo que un 80% de este «repunte» se debe a la incapacidad de administrar recursos remotos, más que por el uso de instalaciones, productividad o necesidades de convivencia.
Los últimos 10 años, pero en particular los últimos cinco, se han caracterizado (como ha sido en épocas anteriores) por un acelerado desarrollo en el terreno de la informática y computación. Pero, a diferencia de periodos anteriores similares, en esta ocasión puedo dar fe de cómo dicho avance ha afectado al mercado laboral. Ha sido palpable, visible, discernible (no solamente por mí, otros lo han visto). Se han abaratado ciertos roles pero la especialización continua siendo bien pagada, el problema es que uno es quien debe ser capaz de mantenerse en esos niveles.
En lo que respecta a las consultoras, en las que he trabajado los últimos cinco años, considero, se aprecia y valora esa especialización y lo costoso que es la búsqueda de recursos capacitados. Los technical y account managers post-pandémicos, lo saben y cuidan que el recurso se sienta bien para que sea productivo. Conseguir recursos (el humanware) es caro y tardado. La atención a los clientes de las consultoras depende de los recursos con que se cuente. Pero, como en cualquier otro ámbito, hay de todo. Hay consultoras que entienden esto, hay otras que no y prefieren perder recursos a estar pagándole a alguien por no hacer nada cuando ya no tienen proyectos.
La especialización depende de la capacitación. Para algunas consultoras, la capacitación es importante y son activas en esto. Desafortunadamente, por el mero hecho de ofrecer capacitación y certificaciones sin costo (como un beneficio para el empleado), se las gastan para exigir tiempo laboral adicional (dicen que el cliente es primero pero también que la capacitación lo es para la promoción y permanencia en el empleo) y es donde incuren en los viejos vicios del management por decreto.
