Desidia

La desidia es esa actitud indiferente que nos lleva a la negligencia y falta de cuidado. Aquí en México, la practicamos y padecemos diariamente. La observamos en los servidores públicos, indolentes ante el problema que suma el tramitar una solución a cualquier problema que aqueja a todo ciudadano que busca se le cumpla una obligación del gobierno para con él o para un derecho que posee.

La practicamos al abandonar o procrastinar obligaciones y derechos. Es parte de nuestra idiosincracia. Hace un mes la vimos manifestándose ampliamente en recientes elecciones estatales por el gobierno del Estado de México. El electorado que salió a votar (o fue llevado a votar) fue aquella porción que corresponde a los estratos de la población de menores recursos económicos; aquellos que son fáciles de manipular al ofrecerles, despensas, dinero, la continuidad de sus empleos, la permanencia de los (magros) beneficios gubernamentales con que cuentan, o promesas de una vida mejor sin reparar en lo complejo que puede ser materializarlas. El electorado de mayor poder adquisitivo (y que presupone una mejor educación) optó por abstenerse (pensando en que quizás «peor no se puede estar»). Lo cierto es que fue pura desidia.

Hoy en día la desidia se confunde con tolerancia, «humanismo mexicano», y la adopción de una normalidad desvirtuada por mesías tropicales.

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