De buenas intenciones y BioBox México

Hoy por la mañana fui a deshacerme de la acumulación de PET que tenía en casa. Hacía por lo menos una semana que había reportado un problema con la máquina de BioBox. Esta continua igual. Por lo menos está funcionando para que uno no tenga que regresar cargado todas sus botellas pero es frustrante toparse con esto.

La frustración no deriva del hecho de no recibir nada a cambio de los envases. Un punto por envase que vale un décimo de una unidad monetaria no es para pensar en hacerse rico, vamos ni para considerar que la «recompensa» recibida pudiera ser una entrada a considerar en el ingreso familiar anual. La frustración proviene de la falta de compromiso de parte de los promotores de esta iniciativa por crear verdaderamente un servicio que ayude a fomentar una conciencia y cultura ecológico y del reciclaje.

Hace un año escribí que este proyecto estaba condenado al fracaso. Sigo pensándolo. Está en su periodo de estancamiento. Sobrevive por alguna otra razón pero no porque sea un «negocio sustentable».

Una búsqueda en Google mostrará que en el transcurso del último año las notas sobre BioBox, en el mejor de los casos, son notas de relleno de otros medios que seguramente buscan cubrir su cuota ecológica, de servicio a la comunidad o porque no tenían otra cosa de qué escribir. Pero no hay notas sustantivas que den cifras de lo que esta iniciativa proporciona, como ayuda o si al menos tienen planes de expansión. Nada. Como dije está estancado. Si me equivoco, los comentarios están abiertos para cualquier aclaración fundamentada y documentada.

Dicen que «de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno,» un refrán que busca resaltar el innegable hecho de que de no haber resultados tangibles, eso de que «la intención es lo que cuenta» es sólo una excusa para que el mediocre pueda justificar sus fracasos.

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