Ayer tuiteaba al notar la presencia de varios agentes de tránsito frente a mi domicilio.

Desde que Mancera deshizo el agrupamiento de grúas de la entonces Secretaría Seguridad Pública, las extorsiones de los «gruyeros» pararon pero en consecuencia el abuso de comerciantes (especialmente ellos) y particulares sobre la utilización de la vía pública aumentó. El restaurante «El Parnita», ubicado en la Av. Yucatán 84, Col. Roma, CDMX, es perfecta muestra de ello. Así que el ver que les pidieran retirar vehículos de ellos y su clientela llamó mi atención.

Este tipo de acciones por parte de las autoridades no es nuevo ni extraño, es protocolo y a nadie le debería extrañar. ¿Recuerdan cuando Peña Nieto de encerró en un baño de la Ibero? Mismo caso. El representante del Poder Ejecutivo, le guste o no, es cuidado. Se protege al cargo, no a la persona; y en este caso la protección por cuenta del ejército que tiene órdenes de sacar al presidente en turno de cualquier riego o peligro cueste lo que cueste. Seguramente Peña Nieto cayó en cuenta de su error y prefirió esconderse para no hacer más grande el problema. Los alborotadores de la Ibero seguramente ni idea tuvieron del problema que pudieran causar. Como sea, cuando el primer mandatario sale de paseo, igual lo hace todo el aparato de protección y evitar poder generar escenarios que permitan un atentado… o al menos que la gente envalentonada increpe al presidente y se generen situaciones que incomodan al Jefe Supremo de la FFAA y pongan en riesgo a la población.

La situación me trajo recuerdos de cierto día cuando era estudiante de secundaria. Desde muy temprano observamos a empleados del municipio pintar de amarillo las guarniciones de las aceras y limpiar las calles (y creo que en ese orden). Algo muy inusual. Luego patrullas para detener o agilizar el tránsito. Más tarde, nos enteramos que López Portillo pasaría y debíamos saludarle desde las ventanas. Todo un circo de preparativos por escasos 5 segundos de bullicio. Ese fue el día en que me di cuenta de estos montajes (para demostrar que «se trabaja») y operativos para cuidar a gente a la que sólo se le infla el ego con ello.