El clipboard o portapapeles, una funcionalidad y servicio que todo usuario conoce, así como la universal combinación de teclas CTRL+C, CTRL+V y CTRL+X (y su equivalente Apple ⌘+C, ⌘+V y ⌘+X) para copiar a, pegar desde y cortar a éste.

La idea de su existencia es simple e, incluso, intuitiva. Hoy la vemos como algo natural y maldecimos o reprochas cuando alguna aplicación no nos permite hacer uso de éste, ya sea en nuestros computadores o en nuestros dispositivos móviles.

Hace poco hacía uso del concepto del clipboard para ilustrar la distinción sobre los términos de funcionalidad y servicio. Creo que es fácil ver como este concepto adquiere las dimensiones de función y servicio según el alcance que hagamos de la idea. Al ver la imagen superior, del objeto del que nace la idea, entenderemos rápidamente como es que «portapapeles» así como «clipboard» han sido aplicados y ambos son válidos.

Tan acostumbrados estamos hoy en día a esta facilidad, que resulta extraño que hasta relativamente hace poco este servicio adquiera una naturaleza verdaderamente universal como el concepto mismo implica. Me refiero a que si bien, dentro de nuestros entornos de cómputo, damos por hecho a que la capacidad de copiar y pegar (con algunas limitantes ya impuestas por cuestiones de seguridad) entre aplicaciones es algo implícito y garantizado, esta capacidad está restringida a dicho entorno y debemos recurrir servicios de correo, compartición de archivos (en línea o mediante una USB, por ejemplo) o de mensajería para pasar algo de un dispositivo a otro.