El pasado fin de semana atendimos la invitación de una fiesta infantil con motivo de un evento religioso. La festejada era una compañerita de escuela de mi hija, quien realizó su confirmación (y creo también primera comunión) de manera comunitaria por lo que todos los invitados a la ocasión sólo fuimos convocados a la posterior celebración organizada en un salón de fiestas (lo que parece causó mucha preocupación en muchos padres). Como suele ocurrir en estos casos, la mamá de la festejada nos platicó sobre la importancia de estas cosas y la necesidad de hacerlo, que si es mejor hacerlo cuando están chicos los niños, que no cuesta nada hacerlo (salvo el salón, digo yo, que no son muy baratos que digamos),  que es algo que podemos darle a los hijos, que ella ya había cumplido (lo que sonó curioso ya que parecía justificarse de alguna forma), etcétera. A la plática no faltaron otras señoras que agregaban de su cosecha y experiencias: que es mejor no-se-que-igleasia para esto, que en otra los preparan de volada, que alguna no lo hizo de niña y cuando quiso casarse tuvo que «regularizarse», etcétera.

Miriam no es muy creyente. Yo diría que no es creyente. Ella dice que sí pero no profesa en nada lo que deberían ser las correspondientes costumbre. Como diría Marx, «es una creyente vergonzosa», se preocupa mucho por el «qué dirán». Yo por mi parte no tengo problema alguno en admitir que nos soy creyente. Soy agnóstico, con inclinaciones ateas. Así me catalogo porque aunque considero que no tenemos el conocimiento para determinar la existencia de alguna o algunas entidades divisa (y el asunto no debería preocuparnos en absoluto) no veo evidencia tampoco que me incline a pensar que deberíamos considerar el asunto. El único problema que tengo es que el expresar estas ideas le resulta molesto a mucha gente y prefiero no meterme en discusiones de esta naturaleza (salvo ciertas ocasiones, cuando veo «material» para un buen debate). Así que me mantuve al margen (y en Twitter) durante el mencionado sermón. Miriam parecía que pasó algunas dificultades justificándose y explicándose.

En fin, si por mi fuera, ni hubiera bautizado a los chamacos. Creo que si ellos deciden abrazar una religión, deberá ser decisión de ellos, no una imposición o tradición heredada. Creo que también, aún si ellos ya estuvieran grandes, entenderían y disfrutarían llevar a cabo los rituales correspondientes ya entendiendo su significado e importancia. Después de todo, a Jesús lo bautizaron a los 33 años y, al menos así parece por lo que nos platican, disfrutó mucho el evento. Para mí, creo que el mejor regalo que puedo hacerles es darles la libertad de elección y el conocimiento necesario para que elijan de manera consciente y voluntaria. Punto.

Los niños disfrutaron mucho la fiesta, a pesar del calor en el dicho so salón. Las pláticas muy aburridas. Se puso peor cuando en las pantallas pusieron el fútbol. Mientras el tiempo pasaba y revisaba mi timeline en Twitter, observaba algunos globos flotando en la fiesta. A pesar de haber un ventilador grande funcionando y ellos estando cerca era curioso que no se movieran. Sólo cuando alguien entraba en la sección del salón en la que me encontraba, supongo, había algo que perturbaba el equilibrio del sistema y eso provocaba que algún globo comenzara a moverse, entrando en alguna o algún sistema de corrientes de aire. Al poco tiempo el globo se colocaba frente y por encima del ventilador y parecía ser succionado por un remolino que lo colocaba frente al ventilador, de donde era aventado para ascender y moverse por todo el salón hasta llegar a algún punto en el que se detenía, en espera de que algo nuevamente perturbara el sistema y el ciclo se repetía.