Hace tiempo relataba una compra hecha a través de la Internet; fue hace algunos años y ya había olvidado el asunto. Hasta tiempo después que volví a ser víctima de una estafa.
El año pasado, con motivo de las compras navideñas, me topé con un «pin» en Pinterest que hacía publicidad de ciertos productos. Un anuncio al final.
El anuncio presentaba lo que me pareció un buen regalo (y un poco una compra de pánico), así que procedí con el pedido.

El artículo llegó, pero no es definitivamente lo que uno aprecia en la engañosa publicidad. Defraudado empecé a revisar datos del pedido y secuencia de eventos para preparar el reclamo pero me topé con lo siguiente:
- El artículo se anunciaba a través de un sitio web cuyo nombre de dominio sugiere una determinada empresa.
- El artículo, sin embargo, se compró a una segunda empresa. En el pedido no figuran el nombre de la primera empresa ni datos que la relacionen.
- En ambos sitios web de estas dos empresas, los enlaces de contacto para soporte son correos en Gmail.
Definitivamente, uno debe darse cuenta de que bajó su guardia y cayó en el engaño. El tema me llevó a preguntarme qué herramientas u opciones tiene uno en estos casos. Los sitios web tienen pinta de ser extranjeros, por lo que no creo que la Profeco me ayude mucho. Opté por acudir a los servicios de consumidores que ofrece nuestro vecino del norte (considerando su tendencia a la extraterritorialidad que les da a sus leyes) y puse una queja. Dados los datos que pedían en su llenado, jamás creí que pudiera prosperar el asunto, pero por lo menos dejar un antecedente.
Decidí entonces voltearme con el banco, pero este indica que primero debe haber un proceso de reclamo entre el cliente y la empresa sobre no haber recibido lo esperado. El banco entra cuando no hay respuesta de la empresa. Fue entonces el momento en que decidí dejar el asunto, abonar las pérdidas y estar más atento a imágenes que parezcan retocadas o generadas por IA. Pueden ser muy llamativas, pero son la antesala de engaños de todo tipo.
Siguiente
