Un nuevo semestre ha iniciado. Con él, dos cursos: Seguridad Informática e Informática Forense (más la amenaza de un curso propedéutico para la convocatoria de ingreso al semestre de primavera de 2026). Adicionalmente, estoy participando en la revisión de una tesis que aborda el problema de asignación de recursos (el clásico problema que aborda la programación lineal) y soy codirector en otra que está iniciando (orientada a la IA agéntica y uso de los LLM).
El trabajo para el que soy revisor, tras un par de devoluciones por varios problemas de su contenido, ya está por ser aprobado. No es lo que a mí me hubiera gustado. La estructura del trabajo no ha resultado, para mi gusto, como lo que uno suele encontrar. Hay cosas que están en lugares equivocados, pero dicen lo que deben decir. Creo que hay un punto en el que uno debe ser flexible en varias cosas mientras se mantenga un mínimo nivel de verosimilitud y calidad (el resto son sólo preferencias personales). De haber sido yo el director del trabajo, considero que la estructura hubiera sido diferente.
La revisión de este trabajo me hizo hacer un recuento de lo que debería esperarse de un trabajo de tesis, que parecen estar olvidándose en aras de «la eficiencia terminal», algunas otras cosas que benefician más al director del trabajo que al postulante y una política que no se alinea con el espíritu de la UPIICSA.
Hay tres aspectos a considerar sobre una tesis:
- Los resultados que reporta.
- La forma en la que explica esos resultados y cómo es que se llegó a ellos.
- La presentación del trabajo y de los resultados.
Como he venido mencionando en esta serie, la maestría en informática de la UPIICSA surgió bajo un enfoque de especialización, no para formar investigadores. Por muchos años cumplió cabalmente su función y ganó un cierto reconocimiento en el mercado laboral (incluyendo la licenciatura). Pero, la presión por «mejorar los números» de publicaciones y pertenencia al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) por académicos del instituto, llevó poco a poco a la modificación gradual del reglamento de posgrado hasta, considero, llegar al clímax con la gestión de Yoloxóchitl Bustamante Díez (cuando yo ya cursaba el doctorado), en la que se determinó que los docentes de posgrado deberían ostentar un grado mayor al que impartían (para impartir en maestría uno debería contar con un grado doctoral). Se trata de una «historia de terror» que fue construyéndose por muchos años, con cambios de administración de la SEPI de la UPIICSA, la coordinación de la maestría y del propio IPN. Aunque hay una lógica detrás de estos lineamientos y deberían ser benéficos para el programa de estudios, el programa de maestría de informática es un claro ejemplo de lo perjudicial que resultó el enfoque para programas de naturaleza «profesionalizante».
Lo anterior tiene que ver con los tres puntos que expuse anteriormente. El actual cuerpo académico observa y espera que la tesis de la maestría cumpla un objetivo no sólo desde una perspectiva académica y de investigación (lo cual no debería ser un problema), sino también para las «líneas de investigación» definidas para esta y que son resultado de los intereses y actividades de los docentes. Por ejemplo, si el cuerpo docente incluye investigadores interesados y especializados en tecnologías educativas, busca que los trabajos de los tesistas se orienten a ello. Quizás mis lectores en este punto se pregunten qué dificultad pudiera haber con esto, y la respuesta es que la mayoría (si no es que la totalidad de los estudiantes) son profesionistas o estudiantes de tiempo completo que cuentan con experiencia laboral y buscan regresar a este campo al término de sus estudios; y por «profesionistas» y «campo» no incluyo ni implico el ámbito laboral académico (sin demeritación por ello). Como ya lo he expresado en varias entradas de esta serie (con énfAsis en alguna de ellas), los profesionistas que ingresan a la maestría buscan que se les proporcione algo que les dé un valor agregado para el desempeño y crecimiento de su carrera, y son muy pocos quienes se desenvuelven en el ámbito laboral académico o buscan desempeñarse en este. Así que cuando a un estudiante de un perfil laboral no académico se le pide que se alinee y trabaje en un tema que no es propio de su competencia ni de su interés, vienen los problemas.
La ciencia aplicada en el entorno profesional y la explotación tecnológica no son iguales a la ciencia «pura» (entre comillas para dar a entender que no me refiero a ciencias ni a investigación básica). La formulación de resultados, su explicación y su presentación, sin perder la rigurosidad que exige la ciencia, requieren de habilidades y conocimientos prácticos y experiencia laboral (de aplicación) que muchos docentes no poseen, ni están en condiciones de proporcionarla, por lo que los trabajos de investigación se encuadran a la fuerza bajo una perspectiva «científica» o de «investigación».

