Cada vez que levanto la voz por las malas acciones, engaños o falsas pretensiones que «la chairiza» enarbola como triunfos de sus mesías, invariablemente comienzan su respuesta con algo como «…tú debes ser un prianista que perdió sus privilegios…» o «… seguro estás molesto porque ahora te hacen pagar impuestos…». Pareciera que su hipótesis principal es de que todos debemos ser empleados gubernamentales que disfrutaban de lo que ahora disfrutan los morenistas.
Ciertamente, tengo unas «horas en propiedad» (término que nunca me ha gustado pero así se les llama), en el IPN, pero no es más que un hobby para mí. Tradicionalmente mis ingresos han provenido de la iniciativa privada percibiendo por lo general, y como mínimo, en una quincena diez veces más de lo que percibo en un mes por parte del IPN.

Mi puesto en el IPN es de un nivel «operativo» (docente) y jamás he disfrutado de algo que pueda llamar «un privilegio», ni en los temas económicos ni de gestión de mi trabajo (salvo mi libertad de cátedra). El grado doctoral te concede ciertas prerrogativas, como debe ser en toda universidad que se respete a sí misma, pero no más de lo que esperaríamos en una organización que respeta las jerarquías y rangos, como el ejército.
La verdad es que en el IPN un empleado administrativo tiene mejor futuro que un docente (es mucho más fácil promoverse y obtener mejores beneficios como «personal administrativo y de apoyo a la educación», PAAE, que como docente). La docencia en México sólo es recordada cada 15 de mayo por lo que podemos decir con certeza que es la profesión más ingrata en México.
Resulta contradictorio leer de esos «privilegios» perdidos, pues no han desaparecido para los altos niveles gerenciales o directivos (hoy ocupados por «chairos» que en otras circunstancias jamás habrían podido aspirar a dichas posiciones), mientras que aquellos que sí los perdieron eran realmente gente de un nivel operativo (que eran prebendas o migajas que eran otorgadas, cacareadas o tomadas como «incentivos»). Recordemos que la administración pública tradicionalmente se ha caracterizado y publicitado más por presumir una vocación y no un fin de lucro, por lo que no hay muchos mayores alicientes económicos (en realidad no los hay) o de prestaciones (y las que hay son de risa).
Como nota final debo indicar que ni siquiera un puesto gerencial, de coordinación o como subdirector en el IPN «costea» en comparación con uno operativo en la iniciativa privada. Un puesto medio en IT (y para alguien recién egresado) dobla fácilmente en salario al de cualquiera de las posiciones indicadas.
