
Si hay algo que caracterizó al obradorato para quienes observaron a México desde el extranjero, fue el espiritu confrontativo de López Obrador con todo aquello que, desde su perspectiva, representaba la opulencia, el capitalismo e imperialismo (bueno, de «dientes para afuera», en la realidad pasaba otra cosa); así como la apertura con régimenes populistas y dictatoriales.
Relación con EE.UU.: Sometimiento a los Intereses Extranjeros
Todos recordaremos la posición que asumió Peña Nieto cuando Donald Trump, en su primer campaña presidencial, amenazó con construir un muro en la frontera y hacer que nuestro país pagara por él. EPN invitó al entonces candidato, y públicamente le dijo en su cara que México nunca pagaría por tal cosa… y no lo hicimos.

El perido de Peña Nieto terminó. Pasó la estafeta a López Obrador y éste, fiel a su estilo, se presentó ante la prensa como un aguerrido mandatario que «pondría a Tump en su lugar». Aunque AMLO presumió una política exterior soberana. en realidad cedió a la presión de EE.UU. en temas como migración y comercio (el mismo Trump llegó a ventanearlo delarando que jamás vio a alguien «doblarse tan rápido»).
El dichoso tigre no fue más que un gato ante Trump. Convirtió a México en ese «muro» de EE.UU. (que Peña impidió), militarizó la frontera sur para detener migrantes. La sumisión que mostró ante Trump (más su vergüenza por no hablar inglés) le llevaron a no lograr una renegociación justa del T-MEC, dejando a México vulnerable a presiones comerciales. Su discurso ideológico sólo llevó al deterioro diplomático.

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