Recién me asomaba en el SAT para ver las facturas emitidas por mi actual empleador, con quien no estoy muy feliz. El cierre de mi contrato fue bastante desagradable, con una señora que en ese último paso quiso negociar mi salario (que fue lo primero que el reclutador y un servidor discutimos antes de embarcarnos en el proceso de selección) por parecerle muy alto. Como no me dejé y señalé que eso fue lo primero revisado y acordado, no tuvo de otra que aceptarlo pero, pretextando que mi posición no estaba debidamente colocada en la nómina me trasladó a otra empresa que tienen o mantienen una relación de servicios para colocarme en un esquema de «salarios y asimilados» (de esas cosas que ayudan a muchos empleadores en sus maniobras de defraudación fiscal y de «chiquiteo» a costa de los derechos y beneficios de los trabajadores).

Buscando las facturas recibidas me encontré con muchas otras (cuando uno no hace esto seguido, es inevitable verse asombrado del desmadre— sorry, no hay otra palabra para calificarlo —que el Servicio de Administración Tributaria tiene). La primera vez que uno ve esto, o lo retoma después de mucho tiempo, siempre es confuso y cuesta trabajo entender lo que un documento pretende («¿Por qué dice ‘ingreso’ si no es un ingreso mio sino un gasto?», «¿Por qué aparecen facturas de personas que no conozco y menos he tenido alguna relación la laboral o comercial consciente… conocida?», «¿De qué son todas esas facturas por servicios y qué servicios?», son algunas preguntas que de inmediato brotan como champiñones).

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Aparentemente las de mi empleador se limitan a la parte nominal y a la de salarios y asimilados, emitidas bajo las razones sociales de dos personas morales pero son demasiadas las que uno encuentra para tratar de ver si alguna de las emitidas por personas físicas está relacionada. A todo esto, uno debe sumar las de servicios que uno tiene contratados y aumentan la cantidad y el desorden. Por ejemplo, Totalplay parece emitir una factura por elemento integrante del paquete contratado, es decir, una por el servicio de Internet provisto, otra por ciertos canales y otras por quién-sabe-qué. Lo mismo me pasa con el proveedor de Internet que tengo de respaldo, BlueTelecomm, que emite una por cierta cosa y otras por otras cosas. Así que, una persona sin mayor actividad que una profesional que contrata algunos servicios comerciales básicos domésticos, sin solicitar facturas por alguna compra mayor, termina cada mes con unas 10 a 15 facturas en su registro hacendario. Súmenle gastos de la familia.

Es poco probable que uno dedique tiempo a revisar qué es lo que le facturan a uno. Terminamos limitándonos buscando y revisando lo que podamos necesitar en un momento determinado.

Yo creo que muchos aprovechan eso, mas los diversos vacíos y contradicciones que pueden haber en la reglamentación fiscal para emitir facturas que permiten evadir al fisco o efectuar algún fraude. ¿Evasión? ¿Fraude? dirán algunos pensando que hoy, con la digitalización, es más difícil o menos probable, pero lo cierto es que no. Al contrario, muchas leyes las favorecen. Tomen el caso del «outsourcing«, por ejemplo.

Así, de la misma manera que muchos diremos que hay cosas que no están bien aquí, muchos otro no creen que existan estas condiciones de evasión o fraude y argumentarán que la reglamentación es formulada por expertos y consensuada en comisiones legislativas especializadas. Pero lo cierto es que por cada uno de estos expertos o cada una de estas comisiones hay una persona o grupo especializados que viven para buscarle huecos a la legislación vigente e incluso venden servicios y productos al respecto, desde el emitir facturas para poder reclamar impuestos no cobrados (IVA, por ejemplo) hasta el facturar a través de diversas asociaciones o grupos que permiten reducir la carga fiscal o evitarla y hasta «saldo a favor» les permiten obtener en las declaraciones ante las autoridades hacendarias.

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