Reflexiones de un profesor de maestría (32)

Freeman Dyson consideraba que el «sistema» establecido alrededor de los doctorados era perverso y él estaba particularmente orgulloso de no poseer uno.

«Oh, yes. I’m very proud of not having a Ph.D. I think the Ph.D. system is an abomination. It was invented as a system for educating German professors in the 19th century, and it works well under those conditions. It’s good for a very small number of people who are going to spend their lives being professors. But it has become now a kind of union card that you have to have in order to have a job, whether it’s being a professor or other things, and it’s quite inappropriate for that. It forces people to waste years and years of their lives sort of pretending to do research for which they’re not at all well-suited. In the end, they have this piece of paper which says they’re qualified, but it really doesn’t mean anything. The Ph.D. takes far too long and discourages women from becoming scientists, which I consider a great tragedy. So I have opposed it all my life without any success at all. . .»

Freeman Dyson1

Además, también veía al requisito de publicación que se exigen en muchos de ellos como una pérdida de tiempo o generación de basura académica que llena y quita espacio de aquello que valdría la pena publicarse y leerse. Todos estos productos que los doctorantes se veían obligados a sacar, llegan irremediablemente a ser algo que no vale la pena pues es algo hecho más por encargo que por una verdadera necesidad de comunicación o descubrimiento.

Dyson menciona que el doctorado funcionaría bien para aquellos que van a pasar su vida siendo profesores (sin que ello implique que serán buenos en ello) o investigadores académicos (misma consideración), e indica que para ser científico o investigador no es necesario poseer o cursar un doctorado. Ciertamente es un punto que no puede negarse pero tampoco él podría negar que poseerlo abre muchas puertas (ya que uno no las abra es otra cosa).

Adicionalmente (aunque esto es sólo una apreciación personal), parece que la mayoría de quienes cursan un doctorado sólo consideran un futuro en la academia (como profesores, investigadores o alguna mezcla de ambos). Pareciera que son pocos realmente los que se ven como investigadores en la iniciativa privada (y no precisamente en México). Me atrevería a decir que la gran mayoría que se inclina por lo primero, sobre todo si son jóvenes, sin mucha experiencia profesional y que han sido estudiantes de tiempo completo por mucho tiempo, ven con poco interés el iniciarse en una carrera profesional a la par de egresados más jóvenes de licenciatura que aceptan salarios muy bajos, jefes menos preparados que ellos y entornos laborales asfixiantes (organizacional, intelectual o laboralmente hablando).

Por otra parte, tratar de hacer valer el grado académico del doctorado como equivalente de una experiencia profesional sobre una cierta herramienta o tecnología es poco fructífero en países como México, donde hay muy pocos egresados de programas doctorales y donde se valora más una certificación (especialmente desde el punto de vista de los reclutadores). Personalmente, creo que la respuesta es simple para el caso de México, ya que a diferencia de países como Alemania, EEUU, Reino Unido o Francia (en los que un doctorado es la posibilidad de haber sido guiado por alguien de cierto renombre en la ciencia o creador de tecnología) el grado doctoral no agrega experiencia profesional ni garantiza el dominio de una tecnología, por lo que puede ser más perjudicial que benéfico (para muchos no es más que encarecer a un egresado y así dificultarle su capacidad competitiva).

Quienes no se ven en la academia (o no pueden conseguir una plaza por falta de publicaciones) ingresan a la iniciativa privada. Algunos inician desde abajo, otros— los más avezados —venden su experiencia académica como sinónimo de madurez y conocimiento. Muchos de los que «inician desde abajo» verán rápidamente que la experiencia laboral adquirida podrán sumarla al grado académico y aspirarán a puestos directivos; a otros les permitirá aplicar «desde adenbtro» a áreas de investigación de sus empleadores. Claro, resulta imposible no considerar que muchos se encuentran más enfocados en los beneficios económicos de trabajar en la iniciativa privada y el contar con recursos que no encontrarán en la academia.

Ahora bien, Dyson critica el valor de un doctorado pues no ve en estos programas la adecuada preparación de los estudiantes. Ni forma buenos profesores, ni forma buenos investigadores; no hay una transmisión de conocimientos adecuada, no permite desarrollar habilidades cognoscitivas; es sólo un sistema de desgaste y se concede al grado más que nada por el aguante que por el mérito (salvo excepciones, por supuesto). Adicionalmente, la academia (y no sólo en México) busca «consolidar» los programas académicos con profesores de tiempo completo, lo que nos lleva a una paradoja: ¿cómo pueden enseñarse algo que no se practica? Ciertamente los docentes de tiempo completo serán los que cuenten con más tiempo para poder dedicarse a la investigación pero así también son quienes menos experiencia profesional tienen y más aislados del mundo están.

Referencias

  1. Tomas Lin, «A ‘Rebel’ Without a Ph.D.«, quantamagazine.org, web. Published: 2014.03.26; visited: 2022.06.13. URL: https://www.quantamagazine.org/a-math-puzzle-worthy-of-freeman-dyson-20140326/.
  2. Eduardo René Rodríguez Ávila, «Reflexiones sobre la innovación, su búsqueda y su enseñanza,” en «Sólo Ensayos. Antología de Jóvenes Escritores. Volumen III«, IPN, 2018. ISBN: 978-607-8085-13-2. URL: https://www.ipn.mx/innovacion/publicaciones-digitales/.

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