Reflexiones de un Profesor de Maestría (29)

Poco después de que yo me iniciara en el programa doctoral del CIC, durante la gestión de Yoloxóchitl Bustamante Díez, una modificación al reglamento de posgrado indicaba la obligatoriedad del grado doctoral para ser docente de un programa de posgrado (anteriormente se requería de un grado igual o superior al de adscripción). A esto, una reacción natural por parte del sindicato del IPN, fue establecer colaboraciones con «escuelas patito» que cuentan con planes avalados por la SEP, para que los docentes pudieran cursar una maestría y doctorado de una forma mucho más simple y descansada a lo que el mismo IPN (y escuelas equivalente) exigen (pagar las colegiaturas, hacer las tareas, acudir a clases y opcionalmente presentar un trabajo de tesis), con lo que el IPN se ha venido llenado de maestros y doctores en educación.

La gestión de Yoloxóchitl (desde mi percepción) trajo un mayor impulso a la labor de investigación en el IPN y a la importancia de contar con docentes inscritos en el hoy demeritado Sistema Nacional de investigadores (SNI). Ello llevó al incremento de éstos en los colegios de profesores y en los núcleos académicos básicos de los programas de estudio. Esto permitió que los programas de estudio contaran con mayores profesores de tiempo completo, orientados a la investigación académica y con la posibilidad de participar con una mayor productividad («generación de papers», como le llamamos) en publicaciones indexadas. El efecto de esto fue notorio y permitió que el IPN mejorara sus números al respecto, que es un parámetro (nos guste o no) con el que muchas escuelas son evaluadas en el mundo, y es el criterio que también siguió el CONACYT.

El único problema con lo anterior es el que en países como México, fuera del ámbito académico, estos números no importan mucho. Si bien México es un país que aporta algo en términos de investigación a nivel mundial y requiere de dicha capacidad de investigación para atender y desarrollar problemas y tecnologías propias, no es un país que dicte tendencias científicas, tecnológicas o comerciales como lo son los países desarrollados, donde la ciencia de frontera encuentra rápidamente salida al mundo tecnológico y comercial, y vice versa (en cierto sentido).

Que considero equivalente a como fue con el «No Circula», en el que la gente comenzó a adquirir un segundo o tercer carro para poder circular todos los días.

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