Desde hace dos o tres años he venido patrocinando algunos proyectos via Kickstarter, bajo el enfoque que hoy llaman «micromecenazgo» (crowdfunding, no confundir con crowdsourcing). Dos de estos primeros proyecto fueron el Moorebot (imagen)

y una impresora 3D (que ha sido uno de los proyectos que más he tardado en recibir, cuya razón se puede ver en el documental que hay en Netflix).

En un inicio encontré todos estos proyectos muy innovadores, imaginativos o únicos, dignos a financiar, y hay de todo.

A últimas fechas he notado una proliferación de lo que yo diría son ya empresas bien constituidas. Todas (hasta donde he visto yo), empresas chinas. A diferencia de lo que caracterizaba (digo yo) a los solicitantes de fondos en Kickstarter (donde se entendía que eran startups, proyectos o personas buscando financiamiento), a través de las campañas de PledgeBox o Indiegogo han venido apareciendo proyectos que indican un periodo de entrega del producto muy corto. Los proyectos con los que yo comencé a participar señalaban fechas de 8 meses (como mínimo) hasta dos años. Hoy leo fechas de entrega de tres a cuatro meses, que habla de un producto que pasó por diseño, validación y que sólo resta iniciar el proceso de producción en masa. Con los proyectos que yo inicié financiando el tiempo era largo porque sólo se contaba, en el mejor de los casos, con un prototipo (usado para efectos demostrativos) pero el solicitante del fondeo indicaba en su plan de desarrollo aún estudios, ciertos rediseños y, claro, el establecimiento de la línea de producción.

Al parece esto está dentro de las reglas de las compañías que ayudan con el fondeo pero me parece algo desleal o inequitativo contra otras iniciativas que sin tener ya la infraestructura necesaria para competir y requieren del fondeo, lo buscan en un entorno donde ya pueden encontrar a inversionistas que ya han agotado sus recursos con empresas que han prometido entregas más rápidas.