Llevo más de 30 años en el negocio de la informática y computación, en roles como programador, analista, administrador de sistemas, administrador de bases de datos, instructor, líder de proyecto, ingeniero de software, ingeniero de IA, soporte técnico, profesor, desarrollador web, desarrollador de software, consultor de seguridad informática, ingeniero de infraestructura para aprendizaje automático (machine learning), científico de datos, e investigador (researcher). Algunos de estos roles a nivel tecnológico y otros a nivel científico, tanto en el sector comercial como en el académico. Roles que he desempeñado en empresas departamentales (retail), de salud, instituciones educativas, gubernamentales federales, constructoras, bancarias, consultoras, aerolíneas, telecomunicaciones, de comercio electrónico, y para ONGs, en México y en el extranjero. Programando o desarrollando aplicaciones para móviles, equipos de escritorio, cliente-servidor, aplicaciones distribuidas, para cómputo en paralelo, cómputo en la nube y mainframe.
En fin, estoy contento, y no me quejo de la experiencia que he adquirido y lo que he vivido (y quejarse de aquello que uno no ha vivido no es sano ni real; uno elige un camino y debe asumir las consecuencias, uno no puede vivir con miedo ni hacerlo pensando en el «what if«).
En este negocio, cada cinco años, mucho de lo que uno ya sabe debe ser reaprendido u olvidado para emplear una nueva tecnología, producto o enfoque metodológico. No todo se pierde, al final ciertas prácticas y conocimientos persisten y demuestran que, sin importar el contexto del momento, continúan siendo válidas. Son lo que podemos llamar las verdaderas «buenas prácticas.»
Imposible (y no es mi intención) hacer todo un recuento profesional, se trata de un preludio o introducción a una serie de entradas que he venido considerando desde hace tiempo enfocado a todas esas aristas, historias de terror, «bomberazos», ridículas situaciones con los usuarios o jefes, y gajes del oficio informático en los que uno se ve metido y que, pese al desarrollo, evolución y crecimiento de esta profesión, son la única constante.
Siguiente


