Varias veces hemos leído de encuestas que catalogan o señalan que los mexicanos somos muy felices, pero ¿qué tan cierto es esto? Todos los mexicanos también sabemos que se nos cataloga de hipócritas y manejar una doble moral, aquella con la que damos la cara al público y aquella con la que guiamos nuestra vida privada.
Yo personalmente creo que la vida de la mayoría de los mexicanos es miserable. No necesariamente en el aspecto económico, aunque quizás sí para la gran mayoría de esa miserable mayoría. Escribo que es miserable porque muchos están condenados a llevar una gris existencia que llenan con la realización de pequeños logros económicos o profesionales que los llenarán por 10 minutos, pasando los 1,430 minutos restantes del día meditando sobre su suerte y lamentándose de lo que han hecho o no han hecho.
Muchos dejarán escapar su frustración en el tránsito, en la oficina o en cuanta oportunidad tengan para demostrar que «valen algo» o que » no se les puede hacer menos». Pero, fuera de ese momento no hay nada de lo que puedan jactarse que los distinga de los demás.
El adjetivo miserable, según el diccionario de María Moliner, «se usa como insulto muy violento». Solemos extenderla al terreno del sustantivo, con la errónea idea de que un hipersílabo podría ser más dañino, pero también es cierto que lo empleamos como un término de menor tamaño para denotar cierta empatía o solidaridad ante otros individuos viviendo tiempos difíciles.
El DRAE define a «miserable» como un adjetivo que significa ‘Desdichado, infeliz. 2. Abatido, sin valor ni fuerza’. Ambas definiciones se relacionan estrechamente con el vocablo «miseria», del cual deriva. Pero luego el DRAE agrega dos nuevas acepciones, que visiblemente se apartan de las primeras: ‘3. mezquino (que escatima en el gasto). 4. Perverso, abyecto, canalla. (…)’. Son las dos primeras a las que me refiero y es objeto de la entrada en el blog. Son las dos últimas a las que se refiere María Moliner.
El Diccionario de Autoridades, primera versión del DRAE, en su edición original, de 1734, define «miserable» como ‘Desdichado, infeliz y desafortunado (…). Abatido, sin valor ni fuerza (…)’. Y agrega: ‘Significa también avariento, escaso y apocado (…)’. Como se ve, en ninguna parte aparece la acepción de «Perverso, abyecto, canalla». Quiere decir que ésta la adquirió más adelante, sin duda por el uso que se fue generalizando y arraigando, hasta entrar al DRAE.
Así entonces, es la acepción original de esta palabra a la que me refiero para describir eso que a muchos mueve en sus reacciones y emociones cotidianas. Esa desdicha, infelicidad e infortunios que experimentamos regularmente por las condiciones socioeconómicas y políticas de nuestro momento y las malas decisiones que tomamos al respecto que hacen que nuestra vida pueda parecer sin sentido (o con sentido pero que en algún momento, pronto o lejano, nos muestra que realmente es poco lo hecho, logrado o vivido como para sentir que es a ello lo que hemos dedicado nuestra existencia).

