Al momento de escribir esto, habían pasado dos días desde haber asistido a una reunión decembrina para celebrar un «Día de las Velitas«.  La pareja que lo organizó es sudamericana (un argentino y una colombiana). La celebración es de origen colombiano y giró en torno a una cena al aire libre con una parrillada como plato principal. Me llamó la atención que, a pesar de la insistencia de la anfitriona por asistir a su evento, ésta no supiera explicarnos el significado o motivo de éste (aunque no niego que eso igual nos pasa a muchos mexicanos con varias de nuestras costumbres).

Durante la cena, el anfitrión relataba como se inició en esto de las parrilladas, a un origen se remontaba 40 años atrás cuando éste cazaba en las pampas argentinas.  Al respecto de la cacería, actividad a las que defendió y justificó, mencionó que para él se trataba de una «actividad cultural.» El apelativo no dejó de darme vueltas en la cabeza. No dejo de pensar en mucha gente que conozco que pensaría que eso de la cacería no ya que algo barbárico y primitivo. Curiosamente, y  mucho mejor que esa gente que conozco, éste señaló los innumerables lugares donde puede practicarse cacería en nuestro país y de los esfuerzos y logros que han hecho las dependencia federales de protección ambiental, así como ejidatarios y comuneros para no sólo levantar poblaciones animales al borde de la extinción sino para permitir su cacería deportiva, al grado que hoyes necesaria para mantener las poblaciones en números adecuados.