¿Recuerdan cuando a uno le decían que era necesario usar Internet Explorer 4 y no 3? Era lo mismo que cuando a uno le indicaban que debía pasar a Internet Explorer 5 y olvidarse del Internet Explorer 4. Se entendía que había un cambio sustancial entre lo que el browser podía soportar de una a otra versión.
Lo mismo ocurre y cualquiera entiende cuando a uno le hablan de Windows 7 versus Windows 8, o Microsoft Office 2011 versus Microsoft Office 2016. Uno entiende que hay una notable diferencia entre una versión y otra de lo que el software puede hacer y soportar.
El «versionado» numérico es un estandar de facto en muchas industrias. La del software no es la excepción. Este estandar ha adoptado el considerar el número mayor (el primero o la parte entera cuando se expresa como uno de punto flotante) como el indicador de esa distinción ente versiones del producto. Algunas veces, una que otra empresa quiere «salirse del jacal» y pasarse de creativa siguiendo otro esquema. Por ejemplo el de la industria automotriz. Microsoft y Computer Associates, respectivamente con Windows y Clipper lo han intentado en este sentido, pero han visto que desarrollar software es mucho mucho más complejo que producir vehículos y así ofrecer versiones de un mismo producto que puedan ser consecutivamente año tras año.
Razones puede tener cada empresa para seguir su propio esquema de versiones, pero uno numérico (entero o de punto flotante) es el mejor, sobre todo cuando esta información será manejada en computador (un dispositivo orientado al procesamiento numérico). Pero la empresa no es la única ni la más importante que hace uso de este datos y la información que genera. Realmente es al usuario de estos productos poder saber y hacer las distinciones que he mencionado al inicio de esta entrada.
Así, tenemos el caso de Mozilla, Inc. y el extraño versionado que ha seguido con Firefox. ¿De qué sirve saber si tengo Firefox 51, 52, 53, 54,55 o 56? Todos estos han salido en un margen de tiempo demasiado breve y no hay una distinción aparente entre ellas. ¿Qué pasa si tengo Firefox 48? ¿Será suficiente para un banco que me pide al menos Firefox 34 para un servicio de banca electrónica? ¿No estará tan alejado en versiones que resulte demasiado adelantado al tiempo de este servicio?
Aquí podemos ver el equivalente de un fenómeno que ocurre en la economía cuando la oferta supera a la demanda: el abaratamiento del producto. En este caso tenemos el abaratamiento del versionado, es decir, la pérdida de credibilidad (en cierta forma) y utilidad de la información que el dato proporciona.
Adicionalmente, debemos considerar el que un producto tiende a alcanzar un cierto nivel máximo de utilidad. Es decir, por ejemplo, pongamos el caso de MS Word. Un procesador de palabras que inicia como eso, algo que permite facilitar la introducción de texto liberando al usuario de tener que cuidar la distribución de palabras en el renglón, la segmentación de palabras al final del renglón y la ortografía, lo que es la tarea esencial del procesador de textos. En una segunda versión, se le agrega facilidades de manejo de títulos, subrayados e itálicas. Hay una clara y notoria diferencia entre las versiones por las nuevas características, En una tercera y cuarta versión se le agregan más características y funcionalidades, el procesador de textos pasa de ser una sofisticada máquina de escribir a una herramienta de publicación y evoluciona hasta ser una herramienta de arte gráfico, aunque el grueso de sus usuario siguen haciendo uso de éste como una máquina de escribir. Su curva de sofisticación crece en forma asintótica, en forma muy similar a su curva de aprendizaje. Se llega a un punto en el que las adiciones de nuevas características son sólo sofisticaciones para usuarios muy específicos y las mejoras son mínimas.
Esto va de la mano con el número de versión y el espaciamiento entre su aparición. Con Firefox y su control de versiones esto ya no es así. Para el único que puede tener sentido es para Mozilla, Inc.


