A Obama le está yendo «como negro en feria» con el asunto de las operaciones de espionaje de los EE. UU. que han sido expuestas por el analista Snowden. Lo chistoso del asunto es como testigos y víctimas reaccionan escandalizados cuando no debería extrañarles lo que ocurre. Tras los eventos del 2001.09.11, junto con las leyes, actas e iniciativas que les siguieron, es obvio que los americanos iban a hacer todo lo posible porque algo así no pasara de nuevo, no matter what. Y la única forma de hacerlo es vigilando. Vicente Fox ya dio sus declaraciones al respecto, diciendo que es algo normal, que él sabía que también era espiado y que por qué tanto alboroto. Cierto. Lamentablemente lo tildan de loco.
La semana anterior y lo que va de ésta vengo leyendo notas en los diarios y tweets sobre el asunto y las declaraciones de Washington al respecto, desde las que exculpan a Obama (que él no sabía— lo que es posible que sea cierto, ya que al final a él solo le informan para que él tome una decisión, sin importarle de donde vino la información; sí, algunos dirán que eso no es posible siendo que él es el presidente y bla, bla, bla, pero hasta a él seguramente la NSA lo tenía vigilado) hasta aquellas indicando que se suspenden los programas de espionaje (ajá, con todo el dinero que han invertido) y que dicen ya no van a espiar (¿habrá realmente alguien que crea esto?).
Leyendo el diario del martes encontré una nota al margen de todo este asunto, en la que citan las declaraciones del primer ministro de GB, David Cameron, acerca de lo orgulloso que deben sentirse del servicio secreto británico por sus actividades anónimas. Lo que también debe leerse como «nosotros también espiamos pero nadie se entera.» Y lo que es muy cierto, un verdadero espía es aquel del que no se sabe nada.
