«Niño ahogado, pozo tapado» dice el popular refrán que siempre recordamos cada que pasa un accidente o tragedia.  El martes pasado se cayó un camión de basura del 2do. piso del Periférico y aplastó a otros dos vehículos.

Ayer el Excelsior publicó una nota sobre las sanciones y las acciones que buscan aplicar para evitar que pase. Como siempre sabemos que estas son sólo llamaradas de petate, ya que pasados unos días, una semana cuando mucho, la cosa se habrá relajado y la vigilancia habrá desaparecido.

Alguién escribía en el blog de un diario que para qué engañarse. La única forma de evitar esto es colocar arcos metálicos (o algún otro impedimento físico) para garantizar que sólo los automóviles puedan entrar (aunque esto no garantiza que algún día otro idiota se caiga o que motocicletas ingresen también, las cualés ya son un riesgo per se y más cuando comienzan a zigzagear entre vehículos).

La nota que comento habla de destinar elementos a las entradas del 2do. piso (que son bastantes y ¿que hay de las otras vialidades de alta velocidad destinadas para automóviles exclusivamente?) pero creo que nadie esperaría fueran efectivos y si una molestía cuando se pongan a «morder«. La propia policía se ha ganado la reputación que tiene. Nadie los respeta o los tiene en su mente como autoridad competente.

A mí una vez me tocó ver como una agente de tránsito (a pié) trataba de impedir que un camión de volteo usara el puente del Boulevard Puerto Aéreo sobre Zaragoza. Por más indicaciones que le hizo el conductor del camión simplemente lo ignoró y siguió su camino. Si el policía no se quita (que lo hizo con calma y casi en el último momento, resignado en cierta forma al desprecio por su autoridad del que era víctima) simplemente el camión le pasa encima. Mientras avanzaba y pasaba, el conductor del camión sólo echaba pestes, como si se tratara de un perro en el camino que le estorbaba el paso pero por el que no se detendría.