Hace algunas semanas, antes del terremoto de Haití, Miriam me sometió a una serie de sesiones fílmicas depresivas. Cada una peor a la previa, casi en forma continua.
Todo empezó con Two Lovers, el drama de un joven judío (Joaquín Phoenix) con tendencias suicidas y que lamenta un amor perdido; quién se enamora de una vecina (Gwyneth Paltrow) que sostiene un romance con su jefe, que es casado. Al final, aunque mantiene un romance con la hija del socio de su padre (romance que todos ven con buenos ojos), él decide fugarse con la vecina, que ha tratado de terminar su amorío. Aprovechando el momento, él ha confesado que la ama verdaderamente. Desafortunadamente la fuga no se da, ya que la vecina se ha echado para atrás porque su amante ha confesado todo a su esposa y la ha abandonado. La chica decide que debe intentarlo con su jefe por lo que este joven se queda «chiflando sólo en la loma». Termina así quedándose en casa proponiéndole matrimonio a su novia (aplicando el «pior es nada»). Todo un dramón digno de verse si no hay otra cosa o si uno ha quedado con el corazón roto y se está buscando algo de motivación para acabar con su propia existencia.
La siguiente sesión consistió en ver An American Crime que describe un caso de la vida real en la que unos padres circenses dejan encargadas a sus hijas con una mujer que termina torturando a la mayor de ellas hasta matarla. Basada en un caso real. Está bien hecha la cinta, demasiado bien; uno termina con pocos ánimos para hacer otra cosa después de verla.
La última cinta fue The Road, aparentemente basada en una novela premiada. La cinta narra el andar de un padre (Viggo Mortensen) y su hijo en un mundo apocalíptico, un mundo en el que parece ya no haber ninguna esperanza y los pocos sobreviviente vagan andrajosamente en busca de alimento (y algunos otros en busca de otras personas que comerse). Al final el hombre muere y su hijo queda sólo, aunque una pareja y sus dos hijos lo recogen. A diferencia de otras cintas de este tipo, aquí no hay una lucha heroica contra un enemigo natural o no, la búsqueda de una esperanza o algo que vislumbre un final feliz… o esperanzador al menos. Sólo es la descripción de una existencia miserable sin sentido o esperanza.
Así estaba yo, cuando a los pocos días ocurre el terremoto en Haití. Unos días después tuve algunas pesadillas. Una de ellas bastante molesta por cierto. En ésta me encontraba a la orilla de un lago y me tocaba ver el choque y hundimiento de una barcaza (como los barcos de paletas típicos del Mississipi) que era conducida por una versión fluvial de un chofer de microbús. Al llamar a los servicios de emergencia, quien contestó al otro lado de la línea me acusó de tratar de hacer mal uso de dichos servicios argumentando que la localidad en la que estaba no llegaba la señal del celular por lo que mi llamada debía estar generándose desde otro lado. Indignado trataba de que me pasara a su supervisor pero no lo logré. Me desperté frustrado.



